Toda economía planificada es una dictadura política. El peor veneno que hereda Occidente es la culpabilización del lucro, el negocio favorito de los peores déspotas modernos.
Con ese truco se convence a la población de que ciertas libertades vitales no se pueden reclamar, porque pertenecen al mundo de lo material, del pecado. Por eso la dictadura socialista empieza en la cabeza, cuando se acepta que un “alma pura” se contamina con sus medios de subsistencia.