El proyecto de poder del autodenominado “garantismo”.

Según la doctrina autodenominada “garantista” cuyo representante visible es el señor Zaffaroni pero que es asumida como propia por el gobierno, la inseguridad callejera es una forma de expresión de la lucha de clases y quienes se quejan por ella son unos fanáticos, reaccionarios que odian a los jóvenes pobres. La causa de la preocupación por la seguridad está dada por la agitación que realizan los medios.
La solución podría ser entonces derogar las leyes penales y cerrar los medios, pero no la proponen. Necesitan el conflicto y que no haya ninguna solución, que la población no tenga nunca frente al poder y al uso de la fuerza posición legítima posible.
Algunos momentos de discusiones televisivas como las de un señor Gutierrez y Carlos Maslatón, dejaron al descubierto hasta qué punto la posición es dogmática en el sentido de que quejarse del delito es odiar a los jóvenes pobres.
Quiero aclarar que el abolicionismo sería infinitamente mejor que esto, que yo calificaría de punitivismo al revés. O punitivismo punitivinizado, algo bastante raro. Si la población supiera que no hay castigo al delito, no solo de hecho sino formalmente reconocido, en vez de linchamientos impulsivos y salvajes, se impondría a la larga la organización y la prevención. La gente se armaría, se entrenaría, tal vez tendría una policía voluntaria del mismo modo en que existen los bomberos. Seguro que la inseguridad sería menor. Pero entonces tendrían que devolvernos una cantidad de impuestos importante. No es la idea.
Cualquiera puede pensar que ese experimento sería muy arriesgado, pero convengamos en que estamos muy lejos de eso. No solo hay policías, tribunales penales, cárceles, sino que el jefe del “garantismo” está en cabeza de el poder punitivista formal. Zaffaroni es miembro de la Corte Suprema de Justicia, no de la Comisión Nacional de Sacapresos.
¿Qué es esto? Pura perversión. El verdadero punitivismo pone a la población a pedir punitivismo y la castiga, persigue, estigmatiza por hacerlo.
El punitivismo adopta la ideología abolicionista pero no para llevarla a cabo, sino para ejercer el poder sobre la gente asustada y culpabilizada. En el medio de semejante presión, las reacciones emocionales son tomadas como locura y las acciones que obviamente seguirán al proceso de deslegitimación del derecho de defensa, esto es lo que se han llamado linchamientos, son abordadas con el tipo de punitivismo que la misma gente está reclamando que se use con los delincuentes. A estos últimos se los trata con comprensión, por parte de los mismos que los meten presos mientras dicen que no deberían estar presos.
El último punto de la perversión está dado por el tratamiento al “pobre”. Pobre es una categoría de gente que justifica que unos ricos privilegiados tiranicen a la gente en general. Pobre es el insumo principal del despotismo y a su vez su costo más evidente. Alto gasto público implica que para subsistir hay que tener una gran rentabilidad que permita estar en el circuito formal, el resto será ese insumo moral y político llamado “el pobre”.
Los autodenominados garantistas esgrimen estadísticas como esta: el 57% de los presos son menores de 35 años y pobres (en el país que lleva una década de irracionalidad K). Y repiten algunos mantras como “la cárcel no sirve”.
¿Qué hace un señor como Zaffaroni a la cabeza del sistema que manda a la gente a la cárcel a pesar de eso? Que lo explique él.
Las conclusiones que podrían sacarse de la estadística mencionada son muchas, incluso opuestas a las que quieren sacar los autodenominados garantistas. La más razonable será que con menos de 35 años se tienen más aptitudes físicas para delinquir en la calle y salir ileso. No nos cuenta nada acerca de cuál es la edad promedio del delincuente callejero, tal vez sea coincidente y por lo tanto no puedan fundar ninguna supuesta predilección del sistema penal por castigar a jóvenes. Lo que es seguro es que el robo en la calle es más probable que lo realicen los más pobres, los otros tienen ministerios a su disposición. Esto no tienen nada que ver con que sea una preferencia del sistema penal obtener este resultado.
Lo que no entienden, o no quieren entender porque en mi opinión esto no es más que un sistema de poder, es que la pobreza es la motivación para el trabajo mucho más que para el delito. Que la pobreza no es causada por falta de socialismo sino por sobra de socialismo. Pero esto tampoco lo discuten, el centro dogmático del zaffaronismo es bien reducido como para que lo pueda repetir un panelista de un programa de chimentos.
En cualquier caso no tienen ninguna evidencia más allá de su prejuicio de que la gente no quiera que la maten para robarle el reloj, o que la amenacen, o que simplemente la sometan al abuso personal y traumático de sacarle el reloj, sólo si el autor del acto es pobre y joven. Salvo gente muy anormal de la que se rodearán los autodenominados garantistas, asumo que a los demás nos daría lo mismo si fueran ricos y viejos.
La afirmación “la cárcel no sirve” también puede conducir a justificar los linchamientos. La cárcel es lo que el sistema civilizado ha encontrado hasta ahora para lidiar con determinado tipo de injusticias extremas y evita la venganza privada. Si no sirve habrá que tener una alternativa o resignarse a los linchamientos. Porque me parece que les va a costar convencer a las personas de que si “sirve” dejarse matar o robar, sentir la sensación de los hijos o cónyuges amenazados por un arma que les apunta. Todo eso que está fuera de la “sensibilidad” de los autodenominados garantistas.
El aspecto más punitivista de los autodenominados garantistas está puesto en la gente pacífica que es víctima del delito y que en su impotencia (dado que no sabe defenderse y les han dicho que está mal que lo hagan) sobre-reacciona. También en los militares que son la base de su mito fundante. Nunca se les ha oído decir en ese caso que la cárcel no funcione, de hecho el mismo grupo ideológico que promueve la parálisis represiva del delito y maneja el aparato represivo estatal, desconce todo tipo de garantías o reglas del debido proceso cuando se trata de militares o de otros enemigos políticos del sistema a los que llaman “de derecha”. Apoyan la violenta represión de la dictadura venezolana contra protestas pacíficas y son capaces de firmar solicitadas en apoyo de regímenes totalitarios como hizo Zaffaroni con la Alemania Oriental poco tiempo antes de la caída del Muro de Berlín, por considerarla “acosada”.
No hay que interpretar estas cosas como contradicciones. Son métodos de dominación y parálisis. En muchos casos ni siquiera conscientes pero el ver cómo ninguna idea se lleva hasta las últimas consecuencias sino que se usan solo mientras le sirvan al emisor y no le sirvan al que reciba el mensaje, es la prueba palpable de la manipulación.
La estigmatización de los pobres jóvenes la realizan los autodenominados garantistas. Forman parte de la corriente de creación especulativa de pobrecitos que les permita ponerse en el lugar de protectores, por lo tanto dominantes de la situación. Es el clasismo como método de sojuzgamiento. El pobre es sometido al protector. Se lo trata como cosa sin voluntad, sin discernimiento y que actúa como una hoja movida por el viento de otros poderosos, cuyo único recurso es ser soplados por los protectores. El pobre violento ejerce una violencia que el protector aprueba, pero el cuerpo lo pone el primero.
Los autodenominados garantistas y el kirchnerismo utilizan la misma metodología, por eso se fusionan. Las alternativas que las personas comunes tienen frente a ellos son : El padecimiento silencioso frente a las condiciones que ellos crean, la incorporación a la banda o la estigmatización y el repudio. El denominado “pobre” está para comportarse como una víctima que depende de ellos, un súbdito dócil de su buenismo. El disidente, el disconforme, son enemigos y malos como de cuentos para niños.
El análisis meramente racional de sus expresiones sólo muestra contradicciones y disparates. El juego político sin embargo es perversamente coherente. Si fuera por los argumentos el estudio que encargó Perfil que muestra que el 63% de los que aprueban los linchamientos son jóvenes de ingresos bajos haría caer todo el edificio pseudo moral del autodenominado garantismo. Pero ningún relato manipulador está interesado en la realidad.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

8 comments

  1. Hola José, no sé si es que estoy engripada y boleada pero si bien entiendo el mensaje general de esta editorial, algunos párrafos me resultan complicados, con demasiadas parábolas y contrafrases y conceptos encontrados que me marean. Me resulta un texto pesado y exigente, en el cual hay que descifrar demasiado. Me cansó.
    Saludos

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