El momento Wall-e

Esto lo escribí en febrero y por alguna razón es imposible de encontrar en los buscadores. Pueden copiar cualquier parte e intentar encontrarla en google, no va a aparecer. Por lo tanto lo copio acá.  El momento Wall-eUna reflexión sobre el comienzo de la personalidad humanaJosé Benegas Frases como “venimos de las cavernas” o “cuando nos independizamos de España” tienen un sentido que habría que desentrañar ¿Quiénes somos nosotros? Yo no estuve nunca en una caverna ni me independicé de España. La historia es un cuento sobre otros que tomamos como explicación de dónde nos encontramos ahora, pero nosotros no somos la historia, el pasado. Somos en parte nuestro propio pasado, pero tampoco todo sino de aquél que nos identifica.Si pensamos en el cigoto que “fuimos” tenemos que simplificar las cosas de igual manera que lo hacemos con la historia ¿Somos ahora el cigoto más un futuro o hay algo fundamental que nos definió después?La cadena causal que nos trajo a este momento no necesariamente define lo nuevo que hay en nosotros. Cuando tengo las piezas de un motor y el plano, no tengo el motor todavía. El plano estaba en nuestro caso dividido en dos: el espermatozoide y el óvulo. Ya existía incompleto antes de que existiera la célula con sus cromosomas cuya duplicación llevó más tarde al cuerpo que somos, o al que fuimos, porque el cuerpo no hace más que cambiar ¿Viendo para atrás, cuándo empezamos a ser nosotros? No fue en las cavernas, pero ¿acaso no están en nuestros genes los rastros de las cavernas?La unión del espermatozoide y el óvulo crea un proyecto individual completo, pero como proyecto ¿A qué le damos el valor moral de una persona nueva? No creo que al plano o a la mera diferenciación genética. Lo que pasa antes de la fecundación podría merecer más respeto. El espermatozoide luchando contra el ambiente y abriéndose paso entre sus millones de competidores que serán descartados en un instante; unos que han luchado igual, que tal vez tuvieran una carga de información más valiosa, simplemente perdieron la partida frente al que logró llegar al objetivo.En el campo salvaje de esa biología no puede estar el yo. Todas las otras combinaciones genéticas posibles anteriores deberían sopesarse. Pero si no es el momento fundante de nuestro ser aquel en que el plano termina de confeccionarse ¿cuándo? Yo diría que es el momento Wall-e.La película que lleva ese título plantea un problema recurrente de la ciencia ficción que es nuestra posición ética frente a máquinas que adquieran conciencia. Mejor desarrollada la idea está en El hombre del bicentenario, basada en un cuento de Isaak Asimov. Los protagonistas de ambas historias son robots que pasan a ser personas debido a que llegan a saber quienes son, a tener objetivos propios y a diferenciarse de cualquier plan universal o mera sucesión causal. Algo que no le pasa al embrión recién formado, ni a estos cuerpos artificiales ni cuando son terminados de armar.En el caso del hombre del bicentenario eso ocurre mediante una sucesión de aproximaciones a la conciencia que terminan con una sentencia judicial que reconoce al que fuera un robot como una persona. Nos permite ver qué es lo que consideramos valioso de la vida humana, que va mucho más allá de los procesos de la vida como tal. Difícilmente podríamos decir que una máquina que adquiera plena conciencia estuviera viva en un sentido biológico, pero nos pondría frente al dilema del valor de su preservación, de que pase a ser más valioso que su diseño, que sus partes o su corporalidad, más importante que su propio creador. En el caso de Wall-e eso se produce en un instante.En nuestro caso la consciencia se encuentra en el cerebro y el embrión no comienza a desarrollarlo sino varias semanas después y tarda meses en completarse. En algún paso del embarazo se produce un efecto Wall-e en nosotros y es ahí que somos más importantes que nuestras piezas, que el espermatozoide triunfante y el óvulo, en el que la injusticia de aquella competencia despiadada deja de ser relevante porque algo más que las partes y el plan original está presente, algo que supera a la cadena causal de la concepción. Platón le llamaría el alma, pero es el sistema nervioso el que produce algo más. El que somos a partir de ahí cambia con el tiempo y su cuerpo se renueva. Todo cambia en el cuerpo pero seguimos siendo nosotros, los despiertos.Es difícil que los libros sagrados puedan resolver los problemas éticos que nos plantea la cuestión del comienzo de la vida y muchas otras fundamentales de la condición humana, porque cuando nos respondemos una pregunta surgen otras, cuando tenemos muchas respuestas cambian los presupuestos o aparecen perspectivas nuevas. Por eso la religión no puede tener la respuesta ética final al problema del aborto, ni el de la vida o la personalidad. Sus autores nunca se plantearon lo que Asimov imagina como dilema y que echa luz a la vida en términos que van más allá de la materialidad, que es lo que se expresa en la individualidad genética. El problema supera al de los acontecimientos biológicos, porque si fuera por la biología seríamos autómatas cuidando la continuidad del cuerpo, sin vivir.De cualquier manera algunos llamados padres de la Iglesia entendían entendían el problema moral de un modo más profundo y se explicaban el nacimiento en términos platónicos a partir de la existencia del alma. Y no era por falta de conocimientos biológicos porque, si bien la genética estaba lejos de desarrollarse, siempre se supo que el embrión no era la madre sino un ser distinto en formación. La genética a esta cuestión no agrega otra cosa que el conocimiento sobre la evolución.El momento Wall-e explica mejor por qué no nos parece mal tomar un vino, comer alimentos no del todo sanos o poner en juego la vida en deportes de riesgo o por causas que sólo más allá de la mera supervivencia tienen sentido. También por qué el vínculo con el pasado es relativo, como el vínculo con nuestros congéneres porque llegamos a ser un fin en nosotros mismos.Clarificarlo es importante porque al momento de condenar el aborto estamos también condenando vidas conscientes en función de planos, carne y huesos. No podemos cuidar a los espermatozoides vencidos en la epopeya ni poner a los embriones triunfantes por encima de individuos conscientes cuya vida no es sacrificada en tanto biología, sino en tanto personalidad.

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By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

1 comment

  1. Excelente, José. Esa misma es mi conjetura al respecto, y el parámetro más mensurable en relación a la mente es la actitud cerebral; de allí debe formarse el criterio para determinar desde cuándo se es un ser humano vivo.

    Quiero aportar un brevísimo punto para acortar camino: el criterio correcto para definir si alguien está muerto es el de la muerte cerebral (electroencefalograma plano; “irreversible”, se agrega en la legislación, aunque, filosóficamente, que sea reversible es poco relevante y significaría que se “volvió de la muerte”).
    Este es un criterio que nadie cuestiona (en Argentina así se legisló en los 70’) y que permite la donación de órganos (los cuales se extraen vivos).
    El punto a remarcar es que ese ser humano con “un corazón que late”, “manitos formadas” y “un ADN propio”, sin actividad cerebral está muerto. Y el criterio para definir el fin de la vida no puede ser distinto al que se use para el principio. Entonces, el ADN y la “vida de naturaleza humana” (que también la tiene el apéndice, el cáncer o cualquier célula), solas son en acto irrelevantes.

    Se puede decir que el cigoto o embrión sin actividad cerebral es un ser humano en potencia, pero sería incorrecto sostener que lo es en acto. Ergo, no es un sujeto de derecho. Ergo, el aborto (hasta cierto momento del embarazo) no vulnera derechos de nadie.

    Saludos cordiales.

    PD: así como el “brevísimo punto” hay algunos otros a desarrollar que tengo escritos. Si te interesan, te los paso.

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