Muchas cosas dijo el señor Trump sobre el problema migratorio, me interesa ir al centro de su preocupación. Primero, según su prejuicio, los inmigrantes mexicanos ingresan a los Estados Unidos para cometer delitos. Es curioso porque todo interrogatorio del servicio de migración está dirigido a investigar si el individuo piensa cometer la falta migratoria por excelencia que es trabajar, no robar. En ese sentido los criminales deben ser detenidos, para la víctima es poco importante la nacionalidad que tengan, salvo que el señor Trump entienda que los criminales nacionales tiene que recibir un tratamiento distinto.
El último siglo ha incorporado con demasiada facilidad un concepto falso y creo que si eso se resuelve, gran parte de la cuestión del sentido que debe tener una reforma migratoria está resuelto. Ese concepto es que el inmigrante “quita trabajo” a los locales, por lo tanto es un mal para la economía. Este temor es concomitante con las crisis financieras, dado que son períodos de temor que crean el perfecto caldo de cultivo para el proceso primario que se conoce como depósito del mal y que se representa perfectamente en el rito del chivo expiatorio. El extraño es visto como una amenaza, como el causante de la zozobra y el enojo de los dioses. Pero pasa lo mismo que con los crímenes, si un extranjero “quita trabajo”, también lo hace un nacido aquí, por lo tanto habría que restringir los nacimientos tal vez ¿O no?
Esas crisis financieras no son causadas por la inmigración, sino por la expansión crediticia hecha por los bancos (por cierto “nacionales”). Recomiendo seguir este link para profundizar la cuestión. Las empresas quiebran y mucha gente pierde sus trabajos, sin importar su nacionalidad, pero de hecho en sí mismas las crisis son un incentivo que detiene la inmigración y fomenta la emigración. Los inmigrantes no son menos víctimas de ese proceso destructivo.
El señor Trump debería preguntarse por qué los Estados Unidos tuvo su mayor explosión para convertirse en la primera potencia mundial con políticas migratorias abiertas, incorporando gente que lejos de dejar sin trabajo a los demás, hacían crecer el bienestar para todos y multiplicar la demanda laboral.
El error grueso es este: Una economía no incorpora recursos para producir menos, sino más. No se empobrece un país con inmigrantes, se enriquece. Aumenta el valor del trabajo de todos una economía en crecimiento y más productiva. Los inmigrantes buscan lugares donde obtienen beneficios económicos y en el mercado no hay beneficios económicos que no generen beneficios económicos en las contrapartes. Los inmigrantes cobran salarios y también demandan trabajo al gastarlo o indirectamente al ponerlo en los bancos. También forman capitales y generan nuevas empresas.
Detener la inmigración y centrarse en el problema de si se respeta una legislación sobrepasada por los incentivos, restrictiva y poco conveniente para todos, solo conduce a la emigración de las empresas, que buscarán condiciones laborales más beneficiosas para producir más barato, en lugar de permanecer y contratar inmigrantes en suelo americano. Es decir, si de lo que se trata es de un equivocado proteccionismo laboral, tampoco da resultado.
La cuestión del supuesto fundamento de la existencia de un estado de bienestar que aumenta en sus costos por los inmigrantes, lo he tratado en otro lado y no voy a repetir el argumento, solo dejo el link.
Lo cierto es que la “latinoamericanización” de los Estados Unidos no está llegando de la mano de los inmigrantes, sino de egresados de sus universidades, con arraigo de generaciones en el país, como la señora Clinton y muchos de sus compañeros de partido.
Artículo de Crónicas Inconexas, número 10
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