Estuve un rato buscando el texto de lo aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la “deuda soberana” el día de hoy, pero solo están los comentarios del canciller, el ministro de economía, el festejo del ente que preside y la interpretación que le acabo de escuchar a Nelson Castro. En fin, no importa, seguro es una estupidez y además se trata de una declaración política que quedará en letra muerta. Esto es necesariamente así porque si la “asociación de deudores” en la que se erigió hoy las Naciones Unidas, sin tener ninguna legitimidad para eso, no puede debilitar las expectativas de cobro de los acreedores, bajo riesgo de quedarse sin financiamiento. Teniendo en cuenta el peso creciente que tiene en el mundo el gasto público, son los menos interesados en hacer eso o de conseguir éxitos parciales y por lo tanto pagar más tasa de interés en el futuro. Cualquier acción contra el acreedor de hoy, se paga en el costo de financiamiento de mañana a la mañana. Por eso los gobiernos prometen pagar y relegan la jurisdicción, para conseguir crédito más barato. Para eso está la seguridad jurídica que el ministro de economía trató hace un tiempo de prejuicio “neoliberal”.
Nelson Castro sentenció que “Fue un buen discurso el de la presidenta” (así, con “a” lo escribe él, refiriéndose al ente que preside) y agregó que era abusivo y contra los “principios jurídicos” y morales que un 97% de los acreedores no fueran suficientes para cerrar un trato de un país inclumplidor. Lo del procedimiento de quiebra a mi me parece una buena idea, como ya lo expresé aquí, aunque sería muy distinto a lo que imaginó la señora. Entre el llamado “síndrome de hubris” y los “principios jurídicos” que invoca Nelson Castro, basado en ninguna otra cosa que en ser “bueno”, me vuelve un poco loco, pero sus aspiraciones en este caso encima son inútiles. El día que se diga que con uno acuerdo ofrecido por el acreedor incumplidor aceptado por el 97%, se obliga al otro 3 por ciento, se llegará a la misma situación llegado el 94% o el 80%. Y si eso se coloca en los títulos el crédito será más caro y el efecto sobre la porción de acreedores que no querrá aceptar será el mismo.
Pero en el fondo lo que pasa es bueno, lástima que no siguen adelante hasta las últimas consecuencias. Mi propuesta es que la ONU promueva un tratado multilateral que indique que los acreedores que quieran cobrar, más allá de las lindas intenciones de los gobiernos que usarían esa plata para repartir beneficios en los barrios marginales, serán empalados en la Plaza de la Revolución en la Habana y que el número requerido para arreglar con ellos por parte del país deudor, será del 0,1%. Esa es la vía más directa a la desaparición del crédito internacional, que si es completamente inmoral aunque Nelson Castro no lo note.
Pero advirtamos esta aparente contradicción. Las correcciones sensibleras sobre los acuerdos de “deuda soberana”, no se reflejan en las condiciones de emisión de los nuevos títulos, porque como dije antes, eso encarece el crédito. El asunto es que el acreedor crea que trata con gobiernos que piensan que las deudas son sagradas, para después vestirse con el uniforme revolucionario a la hora de cumplir. Toda la operatoria es una estafa. A la larga de cualquier manera encarece el crédito, por lo menos el privado. El público depende de la complicidad y el reparto de comisiones entre gente corrupta. No es que son izquierdistas, es que son las dos cosas, depende de si hay que cobrar o pagar.