El hombre que quería vivir del Estado

Un tipo quería vivir del Estado y pensó que la mejor manera era ir a la cárcel. Se puso a robar pero los jueces lo largaban porque lo consideraban víctima de la sociedad y en vez de mandarlo a él, condenaban a sus denunciantes por discriminación a los pobres.

Decidió probar con cosas más fuertes. Se metió en una banda de secuestradores, empezó a poner bombas y a pegarles tiros a señores que iban paseando en sus autos con sus familias adentro. Ese plan no le podía fallar.

Erró el cálculo. No era un tipo muy ambicioso, quería dedicarse a dormir la siesta en la cárcel y tener comida y servicios de arriba, pero eso no fue lo que pasó. El estado lo indemnizó por no haberle permitido poner más bombas y matar más gente al determinar que lo había hecho para conseguir un mundo mejor.

Consiguió vivir del Estado, pero al pobre hombre de alguna manera la situación no le cerraba y fue por más. Se metió en política pensando con lógica que esa actividad tenía un sólo final posible. Se puso a cobrar coimas, se apoderó de empresas, utilizó servicios de inteligencia para extorsionar. Lo hizo de un modo burdo para que se enteraran todos los diarios. Se encontró con el problema de que por muchos años los diarios no decían nada porque vivían de la propia publicidad del estado que nuestro personaje gestionaba.

Cuando se dio cuenta decidió pelearse con todos los diarios. Consiguió ponerlos furiosos así que lo empezaron a denunciar. Por todos lados saltaban negociados horribles, tenía hasta contabilizadas las coimas y los asientos de sus libros eran publicados en las portadas de los principales medios. Pero tampoco consiguió lo que quería, porque la gente en la calle protestaba contra él pero aclaraba que no quería que lo echaran sino que su deseo era que siguiera en funciones. La oposición era todavía más enfática en ratificar su continuidad y la defensa de la investidura de su cargo.

El pobre hombre nunca pudo cumplir su sueño. No estaba preparado para trabajar, ni aún robando. Así que en el medio del a frustración, cuando ya no le quedaban más ideas, le dio un bobaso. Fue la única forma que encontró de ser mantenido por el Estado, en el cementerio municipal.

Ahora la principal avenida fue bautizada con su nombre.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

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