En el proceso que lleva a responder preguntas se cuela la lucha por las pertenencias que ponen fin al debate para desatar las guerras étnicas. El primitivismo convive con el Iphone aunque las luces lo escondan. Si fulano es liberal, para empezar con un ejemplo conocido, es completamente insignificante para determinar si lo que dice es correcto o para fundar un punto de vista liberal sobre la cuestión de que se trate. Eso es sólo importante en la portería del club de los liberales y medio dentro del cual seguro se reparten grandes beneficios a juzgar por la ansiedad que tienen algunos por entrar, en determinados momentos, frente a determinadas personas y sin que se enteren sus clientes y proveedores. O puede servir para formar un criterio de selección a la hora de hacer una reunión de los afines a determinada cosa (ejemplo de transgresión la inclusión de la diputada Cynthia Hotton a la reunión de la Mont Pelerin Society en Buenos Aires, quién se persignaría si le preguntaran si comparte el pensamiento liberal).
Pero salvo para asignar sillas en los clubes el carnet nada dice acerca de la corrección o error de determinada postura o idea. Lo mismo pasa con la etiqueta “periodista”. Fulano es periodista, el otro no es periodista. Parece como si existiera una esencia periodística que algunos sacerdotes pueden convalidar. No lo haría a alguien ser periodista el mero hecho de la actividad periodística sino una naturaleza que parece también que lleva a las personas a un estadio superior, que hay que escucharlas con mayor atención que a aquellos que no son eso. Ejemplos de personas superiores serían Gerardo Rozín, Luis Majul, Osvaldo Bazán. Parece que no todos llegan a ese Olimpo. Al final algo se resuelve sobre el ingreso a ese club, o mejor dicho la elevación, con esto de establecer mecanismos industriales de repartir pertenencias a los que se les llama igual que a los antiguos centros de búsqueda del conocimiento: universidades. Aunque no tienen ya mucho parecido. Ahí se le dice a alguien que es periodista, y eso parece que es importante a la hora de ser considerado. Lo que se dice tiene que venir de ese centro de atribución de relatos sobre quién sabe relatar. Un día pasará lo mismo con los carpinteros. No importará que alguien haga muebles de madera, carpintero será el que salga de la facultad de carpintería. Como pasa ya con los filósofos que no requieren hacer algún aporte más o menos integral al conocimiento sino tener el carnet que entrega la oficina correspondiente para ser llamados filósofos.
Los valores desaparecen entre una montaña de carnets. Son reemplazados por las jerarquías y deja de ser importante encontrar respuestas, o lo que es más importante, encontrar nuevas preguntas, el asunto es quién puede hacerlas. Todo es política y la prioridad es pararse en la puerta a decir quién entra y quién no. Todo es colusión, es decir antirealidad. Un dogma común es necesario en reemplazo de las ideas simplemente compartidas. Porque ese dogma mantiene a los porteros unidos. Las preguntas endógenas reemplazan a las exógenas. Por ese camino qué está pasando para los periodistas tiene menos importancia que saber qué somos, quién dice qué es lo que somos. Una vez que esto ocurre cuál es la postura frente a la realidad es la cuestión y no cuál es la realidad. Lo que seguro produce como resultado una falsedad ¿Por qué? Ahora lo explico.
Primero voy dejar de lado la teoría del club que está implícita en la segunda acepción del diccionario de la Real Academia española sobre la palabra periodismo y me voy a concentrar en la nada aristocrática primera (que se parece mucho a la que habría que hacer de carpintero como tipo que trabaja con la madera): “Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades” ¿Quién es periodista? El que hace eso. No tiene ninguna importancia, porque la cuestión es quién lo hace bien según algún criterio. El que capta, transmite, trata, con el día a día es periodista. Los hay buenos, los hay malos, los hay buenos que se equivocan y malos que aciertan. Hay de todo, ser periodista es casi nada.
Hacerlo bien tengo que concluir que está relacionado con el acercamiento a la realidad periódica y brindar a los lectores, oyentes, televidentes elementos útiles para entenderla y afrontarla. Aunque es poco es suficiente para tirar a la basura el criterio del club. Un bloguero es un periodista y puede ser mucho mejor periodista que el jefe de redacción de un gran diario si es mejor en eso de acercarse a la realidad. No es su naturaleza lo que lo hace mejor o peor, ni el aval de los jerarcas del club.
Cuando digo que el resultado es una falsedad es porque la falsedad tiene relación con el problema de la realidad y no con el de la pertenencia a determinado club. Cuanto más corporativa sea la visión de una profesión directamente relacionada con los acontecimientos diarios menor es su calidad, si calidad la entendemos vinculada al producto y no a la jerarquía.
Recién ahora viene el tema sobre el que quería postear. Tenemos un gobierno agresivo con la prensa en particular, pero antes de eso lo fue con los productores, los disidentes o los apenas críticos, tiene actitud de patotero de barrio con los empresarios, no respeta al Congreso ni a la Justicia, esconde la información sobre auditorías, no pueden explicar sus patrimonios, reciben remesas de dinero corrupto desde gobiernos corruptos del exterior. Esta es la realidad, al menos según mi criterio. Alguien podría discutirlo mostrando mi error. Pero como desmentida sería completamente ineficaz decir que esa descripción es “demasiado opositora”. Club al que parece que no se puede pertenecer. Periodismo “objetivo” sería según esta visión estar en una posición geométricamente equidistante entre los que dicen A y los que dicen Z. No sería, como dice el diccionario una “captación y tratamiento de la información” sino una posición entre los que están de acuerdo con el gobierno y los que están en contra. En lugar de tratar con la realidad, se trata con los relatos blanco y negro y se construye un tercer relato gris. Cuanto más gris, más medallas otorga el club. Nunca sabremos el color de los acontecimientos si hacemos geometría y equilibrio entre posturas. El periodismo bienpensante es, dentro de esta abrumadora decadencia, lo más parecido a un flan, un equilibrista entre políticos sin ningún interés por la verdad.
Frente a los acontecimientos uno puede estar acertado o equivocado, pero no lo está en relación a la distancia con las posturas oficiales u anti oficiales. Esa neutralidad preservativa no es periodismo, sino política. Pero fíjense que útil es esta confusión cuando se vive en medio de un proceso totalitario como el que está ocurriendo en la Argentina. El gobierno construye su relato, es decir es expresamente mentiroso y se pone de sombrero la Constitución y solo una parte minoritaria del periodismo si contamos desde el año 2003 hasta aquí se dedicó a informar y adoptó una posición crítica. La mayoría bailaba al ritmo de la pauta oficial despojado ya de los pruritos republicanistas que exhibían en la maléfica década del 90. Cuando el gobierno retoma su hegemonía la guerra con el periodismo toma otras dimensiones y afortunadamente hay gente que se la aguanta. Pero también está la tentación, que ya observé varias veces, de adoptar una postura supuestamente profesional pero en realidad preservativa y geométrica de no estar “ni a favor ni en contra”, dejando a quienes se exponen a la violencia oficial a pesar de todo en la posición de “extremistas”, “gente que ha caído en la trampa del gobierno”, “los que no pueden ver nada bueno en el gobierno”. Podrían encontrarse cosas buenas en cualquier gobierno, hasta en los más deleznables pero ¿es pertinente? ¿Cuál es la ventaja desde el punto de vista de la captación y tratamiento de la realidad de hablar de la cantidad de autopistas que construyó el régimen nazi? Si el punto no es qué somos, cuanto podemos demostrar “neutralidad” sino lo ajustados que somos a lo que está ocurriendo.
Hay todo tipo de colaboracionismo cuando un totalitarismo se está construyendo. Todos tienen en común la búsqueda de la propia preservación por encima de la propia dignidad. Solo pido que no sea el club el que se deshaga de los testigos.
Excelentee.. un placer escucharte y leerte siempreee!
Usted es de mi club, Benegas!
Clarísimo como siempre.
Ud. hace una lectura clara del tema que es importante a la hora de razonar ante la profusión de información con la que se confunde a la población,suponiendo que se informen en medios que no sean los decididamente
“positivistas” de cualquier tema.Gracias por su contribución.
Refrescante. Argentina hoy vive bajo el régimen del “falso dilema”:
“La falacia lógica del falso dilema involucra una situación en la que se afirma que dos puntos de vista son las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. Las dos alternativas son con frecuencia, aunque no siempre, los puntos de vista más extremos dentro de un espectro de posibilidades. En vez de tales simplificaciones extremistas suele ser más apropiado considerar el rango completo” – http://es.wikipedia.org/wiki/Falso_dilema
Entiendo que el artículo no trata de eso, pero creo que toca tangencialmente.
La frase “Frente a los acontecimientos uno puede estar acertado o equivocado, pero no lo está en relación a la distancia con las posturas oficiales u anti oficiales. Esa neutralidad preservativa no es periodismo, sino política.” la voy a citar hasta el cansancio.
Muchas gracias,
Alessio
Hace unos días, Jorge Fernández Díaz, en La Nación, criticaba las posiciones de quienes defendían todo lo que hace el régimen, y la de quienes lo criticaban todo, sin encontrar en él ni una sola cosa positiva, que es mi caso. Estuve a punto de preguntarte tu opinión, porque no me pareció correcta la posición del autor. Creo que con este post respondés claramente a mi inquietud. ¡Tuvo algo que ver ese artículo en tus reflexiones sobre el tema?