Ciencia al servicio de la política

El sitio de La Nación permite hace tiempo comentar las notas online y desde hace unos días también las notas impresas, con lo cual se generan debates interesantes y esa cosa de “experto” que sentencia lo que debe decirse empieza a quedar anulada.

Esta mañana salió una nota que habla de un estudio publicado en una revista médica sin dar mayores destalles del contenido, pero si sobre su “conclusión” que es que “la marihuana podría provocar psicosis”. Las opiniones empezaron a llegar cargadas de corrección que es un subproducto, no “haría” falta ningún estudio que lo demuestre, de lo que el estado inculca para demostrar lo necesaria que es su presencia, entre otras cosas para que la gente se vuelva psicótica. Es más, todo indica que el estudio más que estar relacionado con preocupaciones de tipo médico lo está con objetivos políticos, es decir demostrar mediante el descubrimiento de malos efectos de ese producto que prohibirlo está genial.

Esto es lo que respondí y supongo que traerá cola:

El estudio dice que “podría”, con lo cual tengo que concluir que también “podría” tener el efecto contrario. Me parece un asunto tan privado como el consumo de chocolate, que “podría” provocar varios problemas. De lo que estoy seguro y no “colocaría” en potencial, es de que otorgar el control a un tercero de lo que consumimos trae consecuencias nefastas sobre nuestras vidas. Inclusive peor es la educación como una forma de lavado de cerebro que imparten los gobiernos acerca de los males y fantasmas que le esperan a la población si ellos no intervienen, por ejemplo para decir que cosa consumir. Me gustaría una opinión “medica” sobre estos tabúes religiosos y el efecto mental de ceder la propia responsabilidad a una autoridad externa. Qué enfermedad mental provoca esto.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

32 comments

  1. Con el tema de la prohibición de fumar se desató en el blog un debate que tiene similitudes con el tema que proponés.
    Yo coincido con vos en que el consumo de cualquier sustancia debe ser de exclusiva responsabilidad del consumidor.Pero insisto en mi posición anterior. ¿Por qué todos los ciudadanos, a través de los diversos sistemas de salud,(públicos, obras sociales, privados, etc.) debemos hacernos cargo económicamente de las consecuencias que esos consumos provocan en la salud?
    Si el consumo es responsabilidad individual también deberían serlo las consecuencias de él, sean sanitarias, económicas, sociales, etc.
    Pero aquí se presenta el gran dilema. No se puede, en ningún lugar del mundo que yo sepa, negar la atención de nadie, contrariando no sólo principios éticos básicos sino también legales.
    Y aquí es donde aparecen las prohibiciones que los estados establecen debido al enorme gasto generado por las consecuencias de las adicciones, que nos guste o no, pasan obligadamente a ser su responsabilidad.
    Seguramente el tema da para mucho más, he tratado de resumir lo más posible mi opinión, como médico que debe recibir en una guardia adictos de todo tipo.

  2. El consumo de drogas es una responsabilidad individual. Los vendedores de drogas existen porque tambien existe un publico determinado que las consume, al igual que la prostitucion, si existen mujeres que ejercen tal acto es porque hay hombres que desean tal servicio.
    Traje a colacion esto porque me parece que se relaciona con el tema de los travestis en el Rosedal de Palermo, o sea, la gente, porque ya esta acostumbrada a la “mano visible” del Estado, siempre pide que las autoridades publicas intervengan o para echar a los travestis o para que pare con la marihuana o el paco. Nadie se pone a pensar que todo es producto de responsabilidades individuales en loas cuales el Estado nada tiene que ver, ergo, tampoco tendria que intervenir.

  3. Coincido Raúl en que si se admite la “responsabilidad social” por la salud es difícil resolver este tema. Pero habrá que aceptar que nos digan que comer y nos saquen a correr tres veces por semana.

  4. Respecto de la opinión de Raul y en cuanto al respeto a las libertades individuales, mi postura es que se es libre para dañarse la salud, pero para no cargar el costo sanitario sobre sus semejantes deben contratar un seguro adicional que absorba el sobrecosto del riesgo ampliado.

    Lo mismo para el motociclista que no quiere usar casco y el automovilista que rechaza el cinturon…… Sobrecosto en el seguro… y todos contentos.

  5. Es un tema arduo. En principio coincido en que cada uno tiene el derecho de consumir lo que le place siempre que se haga cargo de las consecuencias. Pero la duda me llega cuando pienso en los que se drogan para anular los frenos inhibitorios y poder delinquir con mayor coraje. ¿Qué haremos en estos casos?

  6. Creo Ricardo que hay muchas respuestas posibles a ese interrogante, una que se los castigará cuando comentan los delitos y no cuando busquen reducir sus frenos inhibitorios. De lo contrario podríamos intervenir cuando alguien estudia karate porque podría usarlo para delinquir también.
    Pero lo que creo que termina la discusión a mi es que en todo caso ese efecto estaría ampliamente compensado por el hecho de que hay mucha más gente que delinque para poder consumir o traficar, sólo porque está prohibido.

  7. Ricardo, tal como dice Jose creo que lo que hay que castigar es la comisión de un delito. Criminalizar un vicio, es decir un comportamiento que solo afecta a la salud y/o propiedad de un individuo, es la ventana por la cual se van a colar toda suerte de internvenciones y restricciones a la libertad de los individuos. Los vicios privados criminalizados se convierten en crimenes sin victimas, lo que constituye una contradicción lógica. En todo caso lo que hay que castigar y , si querés con mayor dureza en el caso de que alguien haya decidido reprimir sus frenos inhibitorios, es la comisión del crimen que ya se encuentra tipificado en el codigo penal.
    Por esto la discusión sobre la prohibición o no es una discusión ética no médica, no tengo dudas que el tabaco, el alcohol , la marihuana y todo tipo de sustancias similares son altamente nocivas para la salud pero la decisión de consumirlas o no (y de comprarlas y venderlas) debe estar en el individuo no en un burocrata.

    Ojo no soy inocente al pensar que esto puede implementarse ya por que de hacerlo un pais en forma unilateral solo serviria para convertir ese pais en un santuario de narcos, pero el fondo del tema para mi no admite mucha discucsión solo hay que terminar con la idiotez norteamericana de realizar una cruzada contra las drogas (cosa que no es facil por los millones de US$ que estan en juego en presupuestos oficiales etc.)

  8. Raul, yo no se pero a lo mejor me podes decir…
    de la gente que se recibe en la guardia dentro de la gente con problemas de drogas, cuantas son por marihuana y cuantas por drogas mas pesadas?
    Solo por saber…
    Gracias

  9. y también sería interesante remontarse historicamente a en donde, porque y en que epocas comenzaron a considerarse como delito el consum de ciertas sustancias…

  10. Rodrigo: la mayor cantidad de enfermos que ingresan a una guardia por enfermedades relacionadas con adicciones son, lejos, las del tabaco(enfisema, cánceres relacionados,etc) y las del alcohol(cirrosis, hepatitis alcohólicas, enfermedades neurológicas relacionadas). Los fines de semana se agregan las sobredosis de psicofármacos o de cocaína, y se incrementan mucho las relacionadas con el alcohol. Problemas relacionados con la marihuana son más probablemente
    atendidos en consultorios externos de salud mental. No tengo estadísticas que lo avalen, son sólo datos que da la práctica diaria.

  11. Aclaro que ésta es mi realidad en un hospital importante de una ciudad importante de la provincia de Buenos Aires. No tengo datos del conurbano, donde seguramente los problemas se multiplican.

  12. Yo creo que la responsabilidad social no existe. El crea que existe es porque ha comprado el precepto de la izquierda. La solidaridad es un precepto religioso, nadie puede ser obligado a prestar un servicio gratis, ni a pagar a sus expensas los vicios, o daños causados por otro individuo y por el cual no tiene medio alguno para evitarlo. La solidaridad tiene sentido cuando se ejerce sin coacción, pues cuando aparece la coacción, la solidaridad se convierte en un atraco, algo inmoral y delictivo que es contrario al sentido del derecho.
    Criminalizar el consumo no tiene sentido alguno. Para que sea crimen debe perjudicar derechos de terceros; solamente el derecho del tercero se ve perjudicado cuando existe la coacción legal. Nuestra sabia Constitución de 1853 dice: Art19: Las acciones privadas de los hombres que no ofendan el orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero están sólo reservadas a Dios y exenta de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohibe.
    Es decir que toda acción que no fuese prohíbida expresamente por ley no puede considerarse un delito, y para que la ley pueda prohibir un acto debe ser para resguardar los derechos de terceros.

  13. Vuelvo a decir que coincido con el principio de que cada uno debe ser libre de elegir sus consumos, pero no creo que la solución a mi interrogante, sea la que postula Leandro. No creo que todo sea incriminar conductas a priori, pero si que prevenir también es curar. Roak dice algo muy cierto: para que la ley pueda prohibir un acto debe ser para resguardar derechos de terceros. ¿Y acaso no son derechos de terceros los amenazados por una persona que se droga para cometer delitos? Por otra parte la estadísticas muestran que, en los países donde se liberó el consumo, no sólo no bajó el número de drogadictos sino que aumentó en el de los delitos, caso de Holanda por ejemplo. Insisto en que no es un tema muy sencillo de resolver, porque siempre hay que partir del principio que toda prohibición implica un cercenamiento de la libertad individual, salvo cuando ésta colisiona con la libertad de los otros.

  14. ¿Quien carajo es el Estado para decirme que tengo que consumir o no? Hay infinitamente más delitos cometidos bajo la influencia del alcohol que de las otras drogas, ademas los actos privados estan exentos de la ingerencia de los tribunales por lo tanto criminalizar el consumo de cualquier sustancia es inconstitucionalcomo bien señaló Roark, por otro lado si se aplica un “derecho penal preventivo” nos vamos a convertir en un estado policial.

  15. Las drogas no hacen daño; ninguna, por venenosa que sea, se introduce sola en el organismo. La diferencia entre demonios y drogas, mal que les pese a los nuevos cruzados, es que las drogas no son seres animados. Y la persona singular, mal que les pese a los nuevos cruzados, es un ser animado por complejas motivaciones, no por una u otra causa susceptible de ser controlada.
    Con la palabra ¨estupefaciente¨ (o ¨narcótico¨) se pretende igualar una gran cantidad de drogas prohibidas que poco tienen en común, exceptuando la psicoactividad (propiedad de otras drogas y de
    diversas prácticas que no involucran fármaco alguno).
    Viene a ser sinónimo de ¨droga mala y por ende
    prohibida¨. Pero algunas drogas que hoy consumimos a diario, a veces hasta olvidando que se trata de drogas, fueron objeto de persecuciones en otras épocas y lugares (como el café, el mate, el té, el alcohol), siempre con desastrosas consecuencias, mientras que sustancias demonizadas en la actualidad, nunca antes (de la prohibición) habían representado un problema sanitario y menos aún policial o militar.
    Las drogas malas no existen; existen las malas leyes. La distinción entre lícito e ilícito no concierne al método científico. De lo contrario, un gobierno estaría legítimamente facultado para prohibir, por ejemplo, los horóscopos; y para autorizar, por ejemplo, investigaciones dignas de Menguele.
    Tampoco tiene sentido hablar de drogas peligrosas; existen sí diferentes formas, contextos y circunstancias en que pueden consumirse drogas: la aspirina puede matar (según cómo, según a quién); la toxina botulínica puede curar (según la dosis); la marihuana puede llamar la atención de un policía (según la época y el lugar).
    De todas formas, la marihuana puede considerarse una de las drogas más seguras que existen, si por seguridad entendemos mínimos efectos adversos (salvo fumada, en cuyo caso el daño pulmonar no es ocasionado por principios activos) y nulo riesgo de sobredosificación. Además, es indiscutible su rol como alternativa o primera elección en el tratamiento de diversos padecimientos (glaucoma,anorexia, síntomas de la esclerosis múltiple y náuseas provocadas por quimioterapia, entro otros). Pero digamos lo más importante: hasta bien entrado el siglo XX, cualquiera se hubiera escandalizado de que un médico procure algo más que recomendar una terapia (como prohibirla o forzarla).
    Hoy nadie propone la prohibición del alcohol como solución al problema de la fetopatía alcohólica, ni al problema de los automovilistas
    borrachos. Estos no son problemas de drogas, sino de personas responsables de tomar drogas descontrolada e inoportunamente.
    Como tantos otros problemas, no tienen una única causa ni son de fácil solución. Lo cierto es que apelando a un chivo expiatorio solo se añaden más problemas.
    La asociación de crimen, violencia y uso de drogas es algo nuevo en la historia, producto de una legislación específica. Padecemos las consecuencias de un experimento disparatado y sin precedentes. Es comparable, quizás, por su crueldad, a los brutales caprichos de algún antiguo déspota oriental; por su hipocresía, por su terca y desalmada estupidez, a las prácticas de la Inquisición; por su monstruoso idealismo, al proyecto nazi o comunista. Y todo en nombre de la libertad. Pero tiene otros aspectos originales: nunca antes los disidentes farmacológicos habían sido tratados como enfermos, es decir como irresponsables de su condición (en este caso de sus actos). De ahí que tantos prefieran alegar adicción: el premio es una reducción de pena, y en el mejor de los casos un subsidio. Alguien tiene que declararse perjudicado cuando se persiguen crímenes sin víctima.
    La palabra ¨drogadicto¨ no tiene paralelo en la
    historia de la humanidad. En materia de ebriedades, las personas fueron siempre consideradas razonables o viciosas, nunca víctimas irresponsables que deben ser ¨tratadas¨ por la fuerza, al menos hasta la llegada del que Thomas Szasz denomina ¨estado terapéutico¨. ¿Qué hay detrás de este altruismo compulsivo?: hay
    autoritarismo, puritanismo enmascarado, intolerancia, oscurantismo, soberbia… hay también una peligrosa idea de salud que haríamos bien en examinar. La drogadicción, entre otras enfermedades metafóricas inventadas y ¨tratadas¨ por la moderna medicina social, como la locura masturbatoria, la homosexualidad o la esquizofrenia, cumple una función similar a la de la herejía en otros tiempos. En estos tiempos, el control social no se disfraza de religión sino de medicina.
    Calificar a un problema como de salud pública puede ser un arma de doble filo: hoy son algunas drogas, mañana pueden ser algunas comidas o costumbres insalubres, como el sedentarismo. No es impensable un estado tan preocupado por nuestra salud que nos obligue a comer sano, o a salir a trotar todas las mañanas. ¿En qué se diferencia, por ejemplo, el ¨problema de las grasas¨ del problema de las drogas? El primero todavía no mueve a los EEUU a bombardear a los cerdos en todo el mundo, ni a Holanda a empadronar a sus adictos al colesterol, ni provoca en algunos el deseo de ser vigilados o curados por la fuerza, o de controlar lo que comen sus vecinos.
    Para entender a qué llaman salud los prohibicionistas, consideremos a qué llaman enfermedad. Hay descriptas enfermedades en sentido literal, en las cuales es posible demostrar una alteración anatómica o fisiológica que puede manifestarse por medio de signos objetivables y síntomas experimentados por el paciente. Importante: la gente no es obligada a tratarse de las enfermedades literales. También están las enfermedades en sentido metafórico (psiquiátrico), engendradas por metas ajenas a la medicina. Tienen una función estratégica, relacionada con el moderno control de personas, y una función purificadora, relacionada con el primitivo rito de descontaminación colectiva. Como elegantes insultos en latín, expresan veladamente la desaprobación de unas personas hacia otras, que son calificadas y clasificadas de acuerdo a su comportamiento. Dato: la gente puede ser obligada a tratarse de las enfermedades metafóricas (si bien los antiguos
    llamaban a esta práctica sometimiento, vejamen, tortura, etc.). Es más: la ¨no conciencia de enfermedad¨ es considerada un claro indicio de enfermedad mental (los antiguos llamaban a esto
    disidencia).
    Aclaración: si por la fuerza se imponen tratamientos para enfermedades reales, es en realidad considerandolas como algo secundario en el contexto de un ¨desorden¨ psiquiátrico: no querer curarse de una enfermedad. Por ende, la coacción así ejercida solo puede ser considerada lícita desde el punto de vista psiquiátrico, negando derechos elementales al individuo.
    Y bien, la adicción se incluye dentro del segundo
    grupo, el de las pseudoenfermedades, esas que van cambiando al ritmo de las convenciones. Las
    verdaderas enfermedades, como entidades, son independientes del poder humano en todas sus formas, desde un gobierno que encierra por enfermedad mental a sus opositores (caso URSS), pasando por una familia que interna compulsivamente al abuelito despilfarrador, hasta un ¨paciente¨ del Borda muy contento con su diagnóstico psiquiátrico, su techo y su alimentación asegurada. Las verdaderas enfermedades ignoran cualquier necesidad humana: a lo largo de la historia y en distintas culturas, la sífilis siempre fue sífilis; la diabetes, diabetes. La adicción, en cambio, al igual que tantos otros agravios encubiertos (no obstante muy bien recibidos por algunos), existe
    como patología solo en tanto es definida como tal. Como la homosexualidad (y a diferencia de la sífilis o la diabetes), no representa necesariamente un problema para el aludido, hasta que las autoridades toman cartas en el asunto. Porque las autoridades no se contradicen: si las drogas en sí no pueden ser algo peligroso, se encargarán de rodearlas de peligros para demostrar que ¨las drogas te llevan a la cárcel¨. Las víctimas de la prohibición bien saben que a la cárcel te manda el juez, y te lleva la policía.
    La inmoralidad de la prohibición solo es superada por su arbitrariedad. No hay caso, todos los intentos de disfrazar a la prohibición
    fracasaron. Le queda mejor la sotana que el guardapolvo blanco, pero la sotana ya no surte efecto, y los verdaderos científicos no necesitan convencernos de que hacen ciencia, ni pretenden con sus investigaciones respaldar o desacreditar una política. ¿Qué nos quieren decir, entonces, cuando reivindican su condición de científicos?; o peor, ¿qué nos quieren hacer?. Higiene mental para todos, eso quieren. No parece tan malo; al fin y al cabo se proponen rehabilitarnos. Higiene y rehabilitación: palabras mágicas para el oído moderno. La palabra
    salvación, en cambio, genera suspicacia, sugiere
    cadenas y hogueras. Pero haríamos mal en juzgar las intenciones por las palabras: los nazis, sin ir más lejos, llamaban ¨tratamiento¨ al exterminio de judíos y gitanos en cámaras de gas.
    Decididos a legitimar su empresa, los paladines
    antidrogas nunca dejaron de patrocinar investigaciones… ni de silenciar o distorsionar sus resultados. No se van a dejar amedrentar por unos datos de la realidad que ponen en tela de juicio lo que siempre supieron, eso que llena de sentido sus vidas, vaciándolas de responsabilidad. A saber: las drogas prohibidas constituyen una amenaza para la sociedad, así como todo aquello que no respalda y consolida esa conclusión. Lo mismo decían los inquisidores de las brujas; lo mismo decían los nazis de los judíos: afuera está el mal, disimulando la conspiración. Por supuesto que nunca hubo un ¨problema de brujas¨, ni un ¨problema judío¨, ni hay un ¨problema de las drogas¨. La verdadera amenaza es, una vez más, la persecución. Y una vez más, los perseguidores no van a reconocerlo.

  16. Brillante Mariana y Marcelo, ni Szasz lo hubiera escrito mejor. El fracaso en el ciento por ciento de los casos de estas políticas y los problemas que causan muestran su naturaleza ritual. Y lo otro que lo prueba son ciertas afirmaciones y defensas de quienes quieren hablar del tema que muestran una programación previa.
    Cuando se quiere creer en algo sin importar las evidencias estamos en presencia de atavismos religiosos.

  17. José, yo no estoy a favor de la legalización de las drogas. De todos modos, respeto tu posición y la de muchos libertarios al respecto. Con todo respeto te hago una pregunta: vos te drogás?
    Un abrazo,
    A

  18. Dicho sea de paso, Ayn Rand se oponía (y decalificaba como “inmoral”) tanto a la homosexualidad como a la droga, que nos priva de ese instrumento que tenemos para aprehender la realidad: la razón.

  19. Es uno de los errores de Ayn Rand. Más por vieja que por otra cosa. Cualquier despliegue sensorial relacionado con el placer “priva” de la razón y sin embargo son parte de nuestros motivos para la existencia. Lleva su argumento a un extremo y se equivoca, lo que no hace que deje se de ser genial. Se deja llevar por los tabúes culturales del momento en que vivía.

  20. Si Alejandro, me drogo todo el tiempo. Ibupirac Migra ocupa un lugar importante (droga sometida a autorización política) entre mis drogadicciones. Le sigue el onomeprazol y otra droga que estoy tomando ahora que no me acuerdo, y por la que se supone le tendría que pedir permiso a un médico autorizado a su vez legalmente. Le doy al Melatol (ese duerme la razón del todo) y estoy tratando de dejar la cafeína (que despierta mi razón pero de manera exagerada). El Trapiche Syrah Roble apaga mi razón bastante seguido también. Por ahora eso, pero tengo ganas de probar otras cosas.
    Vos te drogás?

  21. Ayn Rand defendía el consumo de tabaco y alcohol. Decía que la persecución sobre estos placeres era una forma de quebrar la individualidad, de no permitir al individuo entrar en contacto consigo mismo. Lo mismo decía del sexo.

  22. Mariana y Marcelo genial el comentario. Me ha hecho reflexionar mucho sobre el peligro de la persecución y el control de personas. Es increible como la manía persecutoria se disfraza de infinitas formas. El puritanismo perseguidos y cualquier otra forma de control de las personas y sus mentes es el mal, algo definitivamente siniestro y diabólico.

  23. Exelente su comentario Mariana y Marcelo, no hay peor coacción que la siniestra TEC (terapia electroconvulsiva), cualquier semejanza con la picana eléctrica o las torturas medievales no es pura casualidad, ¿con que derecho un individuo somete a otro a semejante tortura contra su voluntad en nombre de un supuesto “tratamiento” de una supuesta enfermedad sólo por que sus conductas no se corresponden con lo que el torturador considera correcto o “normal”?

  24. Dado el interés que ha suscitado el tema propuesto por José, y la paciencia demostrada por quienes completaron la lectura de nuestro comentario, nos animamos a sumar los siguientes párrafos:
    Esta no es una guerra contra drogas; las drogas van a seguir produciéndose mientras haya demanda (y nunca, incluyendo historia y prehistoria, dejó de haber demanda), o desarrollándose naturalmente, como siempre, guste o no, aunque se extermine a todos los consumidores. Hablamos de miles de especies, en su mayoría probablemente desconocidas, del reino vegetal, fúngico e incluso animal, capaces de sintetizar infinidad de sustancias psicoactivas (de hecho, nuestro propio cerebro fabrica moléculas actualmente prohibidas).
    Esta es una guerra contra personas, no contra drogas, originalmente inspirada en pretextos puritanos y racistas (se inició prohibiendo el consumo de opio exclusivamente a los inmigrantes chinos); mantenida por la ignorancia, los intereses velados y la pura inercia; promovida por los EEUU y consolidada gracias al poderío de la delincuencia que las mismas “leyes antidrogas” forjaron al amparo de los estados.
    Jamás pudo fundamentarse la diferencia entre drogas ¨duras¨ y ¨blandas¨, desde ningún punto de vista (ver ¨Historia de las drogas III¨, de Antonio Escohotado). ¿Es el diacepan más blando que la heroína?, ¿es el tabaco más blando que el lsd?, ¿es la fluoxetina más blanda que la mescalina?, ¿es el alcohol más blando que la cocaína?… la máxima imperecedera de Paracelso, “la dosis hace al veneno”, nos exime de contestar preguntas que solo cobran sentido en la mente del chauvinista farmacológico. Ya que las respuestas dependen de legislaciones arbitrarias, es preferible interrogarse por la consistencia de una droga en función de tiempo y lugar: ¿la marihuana es más ¨blanda¨ en Holanda que en EEUU?
    Tabaco, café y alcohol también son drogas (detalle sorprendentemente ignorado por muchos “expertos”), y como tales pueden resultar más o menos provechosas que peligrosas, según sean consumidas juiciosamente o no. Se diría que los límites los impone el respeto y la responsabilidad frente a terceros y también frente a uno mismo. Una ley represiva puede afectar la disponibilidad de una determinada droga; su pureza; el riesgo asociado a su producción, compra y venta; su precio; las condiciones de su empleo; el total consumido en un período de tiempo; entre otras variables. Pero ninguna de ellas altera un ápice los patrones de consumo autodestructivo.
    El concepto de adicción es confuso, como se dijo, inclusive cuando nos referimos a principios activos como la nicotina o la heroína. Sí hay evidencia de sobra que prueba la existencia del fenómeno de tolerancia, especialmente a los opioides (como la heroína). El error consiste en suponer que adicción y fenómeno de tolerancia son equivalentes: uno puede ser tozudamente adicto a cosas que no inducen fenómeno de tolerancia, como la cocaína, las estampillas o el sexo, y por otra parte aún los grados más extremos de tolerancia pueden llegar a revertirse mediante reducción paulatina de la dosis administrada.
    Es posible que una eventual despenalización beneficie también a los alcohólicos (campeones de la autodestrucción), al permitirles el libre acceso a otros vehículos de ebriedad. En medicina es común la combinación y la alternancia de distintos fármacos con el propósito de disminuir los efectos colaterales. De todas formas, debemos tener presente que ninguna legislación puede solucionar el problema de fondo, porque no es un problema técnico sino existencial. El resto de los consumidores de drogas (la gran mayoría) tiene fundamentalmente problemas legales, puesto que no se les permite comprar ni usar ciertas drogas sin arriesgar una pesada condena. Así, mientras al criminal presuntamente adicto, figura mítica cuya conducta justifica las leyes antidrogas, se le atenúan los cargos y los castigos, al consumidor no criminal, personaje inconcebible, se le inventan toda clase de cargos.
    Antes de la prohibición, heroína y cocaína eran de uso habitual entre ciudadanos respetables, y se vendían en las farmacias. Actualmente, la mayor disponibilidad en sectores marginales es debida justamente a las leyes ¨antidrogas¨, que no hacen más que trasladar el mercado a la clandestinidad, empeorando las condiciones de consumo (por ejemplo forzando el uso compartido de agujas y jeringas), estimulando la adulteración, obstaculizando la información, obligando a delinquir. Vale decir que agravan las dificultades de los consumidores problemáticos, y traen nuevos problemas a quienes no los tenían. Luego, el turismo farmacófilo es esperable allí donde se interrumpa la persecución de quienes buscan ciertas drogas, pero no debe interpretarse como una consecuencia de la despenalización en un lugar, sino de la prohibición en otros lugares.
    Nos oponemos a las leyes ¨antidrogas¨ porque generan inseguridad, desbordan las cárceles y los ¨centros de recuperación¨ de gente inocente, destruyen familias, socavan el respeto por otras leyes, estancan el sistema judicial, corrompen a las autoridades, impulsan un colosal derroche de recursos, fomentan el crimen organizado, desestabilizan las economías, financian indirectamente al terrorismo, desprotegen al consumidor, favorecen la propagación de peligrosas infecciones, erosionan las libertades básicas, se ensañan en la práctica con los más débiles, promueven la ignorancia y la hipocresía. Todo esto y mucho más, mientras los nobles objetivos que se proponen están cada vez más lejos de cumplirse. Lejos de desaparecer, las drogas conocidas son cada vez más y mejores, tanto para usos médicos como lúdicos. La química y la farmacología ya están trabajando de nuestro lado; es hora de que las leyes acompañen.

  25. Tabúes sociales? Ayn Rand cometiendo el terrible pecado de hacer “metafísica social”?

    Retomando el tema de la droga… Tus palabras me recuerdan las de un filósofo de izquierdas quien en una ocasión me dijo “Desde que el hombre existe se introduce cosas en la boca. Así experimenta sensaciones. La droga, en sí misma, no es mala; es como una galletita.”

    Realmente, ese slippery slope exagerado no lo comparto. La droga tiene efectos farmacológicos. Genera adicciones. “Disuelve” el cerebro. En buena medida, siendo así, no creo imprudente decir que la izquierda esté detrás de su legalización, y hasta de su fabricación (véase a Evo Morales).

    Lo cierto es que en la mayoría de los casos, la droga lleva a la adicción, y esta termina por minar las bases de una sociedad libre. En Holanda, el consumo de droga no disminuyó desde que se legalizó. Más aún, los drogadictos organizados políticamente consiguieron que el Estado les provea gratis su producto, con dineros de los contribuyentes. Y seguramente así voten a candidatos izquierdistas, que les garanticen una provisión de droga. Interesante alianza entre las adicciones y la izquierda.

    El error de los liberales que defienden la legalización de la droga es pensar que van a poder vivir en un Estado donde luego no sucedan estas cosas, que son su necesario corolario en la sociedad democratista donde vivimos. Yo podré decir: “Que se droguen, y si me quieren robar para comprarse droga, les meto un tiro con mis armas, que deben ser legales.” Sin embargo, difícilmente puedan ser legalizadas aquí como lo son en el sur de USA.

    Ese tipo de propuestas son imprudentes por foráneas y aquí no darían resultados positivos. No es esta la cultura para que las drogas sean legales.

    Quizás sea arriesgada mi hipótesis. Pero una sociedad inclinada hacia las drogas también lo está hacia la izquierda. Una sociedad que busca la satisfacción instantánea y que prefiere una vida indisciplinada, con una total libertad de la escasez y el juicio de valores de los demás, es una sociedad más cercana a la izquierda. No en vano fue necesaria la moral puritana para que el capitalismo lograr su apogeo.
    Y no es falaz mi aserto: allí donde se legalizó, la práctica se volvió extendida.

    Saludos,

    Alejandro

  26. Alejandro, tus asociaciones son libres. Ejemplo “lo que decís es parecido a lo que me dijo un filósofo izquierdista”. Algo así como una falacia de falta de autoridad.
    El resto “esta no es una cultura para”. Eso es un dogma.
    “Si dejamos a la gente drogarse va a pedir que se la provean”. No veo que estadísticamente los drogados pidan más beneficios al estado que los que no se drogan.
    “La droga tiene efectos farmacológicos” Es una tautología. Habría que ver qué tienen de malo los efectos farmacológicos y quién tiene que decidir cuales son buenos. La diferencia entre el ibupirac migra y la cocaína es política no “farmacológica”.
    “Genera adicciones”. Error. La adicción no la generan las sustancias sino la personalidad del adicto. Habrás visto como Maradona caen en el alcoholismo en cuanto deja las drogas. Las drogas no “causan” más adicciones de lo que los autos “causan” accidentes.
    “Disuelve el cerebro” ¿Cuál droga es esa? El querosene lo debe disolver más todavía y no está prohibido tomarlo.
    La llamada “legalización” no tiene por fin disminuir el consumo. Es para no entrometerse con el consumo.
    “La droga causa izquierdismo” ¿Cómo? Lo que si te puedo asegurar es que la persecución de las drogas genera un super estado. De ahí al totalitarismo hay un pasito. La prohibición corrompe, genera crímenes, genera estado, asistencialismo, psiquiatrización de las conductas. Genera adicción al estado, al poder y a los papás que nos cuidan. Disminuye la responsabilidad de los padres y coloca a los hijos a merced de uno de los mitos más bobos de la historia: que el estado los protegerá.
    La no prohibición de sustancias no tiene ninguna nacionalidad (tampoco nosotros, pero no quiero extenderme). Pero en todo caso no veo en qué significa eso que sea imprudente.
    No estoy discutiendo si esto se debe hacer en un lugar, en muchos, todos al mismo tiempo. Ese es otro tema. Por qué mezclarlo si tu idea es directamente que alguien cuide lo que tomás.
    La moral puritana y el capitalismo no tienen ninguna relación, salvo inversa.
    La última afirmación es falsa. Hasta principios del siglo XX cuando empezaron a controlarse y luego a prohibirse, las drogas hoy prohibidas se compraban y consumían como cualquier sustancia. Y el “problema de las drogas” no era ni un problema, ni se lo veía como algo moral o inmoral. Estaba prohibido el juego por “nocivo socialmente” y permitido el consumo de drogas por ser un asunto privado. Hoy el espíritu primitivo fue sencillamente invertido.

  27. Otra cosa que me olvide. La izquierda no quiere la liberalización del mercado de las drogas. Solo quiere quitar la prohibición a los narcóticos porque encuentra que con eso hace reaccionar al puritanismo. Pero ellos son igual de puritanos con el resto de las drogas. No permitirían nunca que se compren libremente todo tipo de drogas, incluidas las de receta. Tampoco quieren permitir el juego libre, por razones de puritanismo también. El lucro para ellos es el pecado, así como para otro tipo de puritanos lo es el sexo.
    Te aclaro también que desde mi punto de vista todo puritanismo es inmoral. Pero nunca se me ocurriría prohibirlo, en todo caso lo discutiría o dejaría que los demás lo practiquen sin discutirlo porque es su problema.

  28. Alejandro, me parece que el hecho de que se legalicen las drogas y que los izquierdistas drogadictos hagan presión para que el Estado se convierta en su “dealer” son dos problemas totalmente distintos.
    El primero hace referencia a si es legítimo que el gobierno te diga qué sustancias podés consumir y qué sustancias no. Particularmente, creo que esa intromisión estatal es totalmente ilegítima, porque, para el caso también deberían regular la venta de pegamento y nafta, que también se usan como drogas. (El caso de la nafta tal vez es favorable al gobierno, que puede encontrar una nueva excusa para el desabastecimiento: “No estamos en crisis. Es sólo una campaña anti drogas.”)
    En cuanto al segundo caso, los izquierdistas se definen por pedir que el Estado les regale cosas, disfrazándolas de derechos, y no veo por qué las drogas serían algo diferente. Pero así como la intromisión estatal para controlar qué consumen los individuos es ilegítima, lo mismo sucede con el reparto “grautito” de cualquier tipo de bienes. Sin embargo, no creo que porque esto último pueda suceder debemos justificar la acción ilegítima del primer caso. Desde ese punto de vista, deberíamos prohibir que se compran y vendan inmuebles, por ejemplo, porque hay izquierdistas que van a reclamar que el Estado les de casas gratis.

  29. Estimados:

    Hay algo que quizás no quedó del todo claro en mis palabras: la idea fundamental que suponía al escribir mi mensaje es que una sociedad libre funciona de manera integral.

    Desregular algunas áreas cuando el estatismo continúa en otras produce efectos a veces negativos. Eso sucedería, por ejemplo, si el Estado nacional aboliera los impuestos para cierta actividad en una provincia donde llevarla adelante no sería eficiente en una economía libre. Hacia allí irían las inversiones, pero el caso es que sin estatismo eso no sucedería. Lo mismo si se dieran exacciones impositivas a determinados sectores sobrecargando con impuestos a otros.

    Y aquí sucede algo similar: con el aparato estatal que tenemos, donde las decisiones se adoptan por regla de la mayoría y los políticos logran sus votos concediendo arbitrariedades a sectores de personas inmorales para quedar bien, el efecto de legalización de la droga llevaría a que aumente el consumo, que los políticos hagan presión para que se les de atención médica gratuita, que se les provean mientras tanto las drogas gratis, que el estado se las aplique (como en Holanda) para evitar que compartan jeringas, etc.

    Lo mismo sucede si se legaliza el matrimonio gay: querrán salario familiar y subirse a toda la legislación estatista del Welfare State. El CHA, por ejemplo, se ha dedicado desde que existe, más que a luchar por la defensa del derecho a tener sexo entre “free, consenting individuals,” a intentar imponer la perspectiva de género desde la currícula de la educación estatal y el reconocimiento de su actividad sexual como algo valioso que debe ser protegido como un fin en sí mismo por el Estado.

    Creo que es bastante prudente lo que señalo. Pues así ha sido en toda Escandinavia, Gran Bretaña, Norte y Centro de Europa continental, hasta España!

    No es raro, en consecuencia, que los liberales hayan visto como única salida un _coup d’etat_ en otros tiempos… ¿Por qué no se declaran monárquicos entonces? ¿No se han dado cuenta que el problema es la democracia?

    Respecto del puritanismo, lo que es indudable es que los valores no sólo son el fundamento de las instituciones de una economía libre sino que también aceitan su funcionamiento. Uno puede pensar que estos valores son meramente políticos, en el sentido de instrumentales a las instituciones. Pero difícilmente uno pueda negar su importancia. Y sucede que estos han surgido de la manera más irracional posible: provienen de las religiones.

    La sociedad libre exige virtudes como la templanza. Valores como el esfuerzo o la laboriosidad. Aquellos disvalores que estimulan una alta preferencia temporal, por ejemplo, desincentivan el ahorro.
    Ahora bien, podemos creer que esos valores son meramente instrumentales a las instituciones libres que defendemos. O podemos pensar que porque valen es que las hacen posibles.

    En ese sentido, yo me diferencio de los libertarios porque pienso que sí existe un bien meta-individual. Creo que para defender la libertad se debe ser “perfeccionista.”

    Un saludo,

    Alejandro

  30. Ese el camino de servidumbre y es una buena forma de llegar al totalitarismo. Imaginate si la gente no pudiera escapar del campo de concentración para que no reclame salario mínimo vital y móvil.

    El puritanismo no es un sistema de valores sino de disvalores. De hecho la “pureza” significa aplicar al individuo un estandar externo a él. Y ese estándar es por definición inmoral en tanto prescinde de la consciencia individual que es donde reside la moral. El único lugar donde reside.

    La sociedad libre no requiere virtudes colectivas ni sociales, solo individuales. Es decir, interés en vivir mejor. Interés en vivir mejor es también si se quiere rascarse el higo, sin tratar de socializar las consecuencias de los propios actos. Lo único que hace peligrar a la sociedad libre es el poder, y muchas veces ese poder se justifica por falsas razones morales.

    Pensar Alejandro no es diferenciarse ni identificarse. Eso es jugar al juego de la pertenencia, que obtura la posibilidad de pensar.

    Para no mezclar tantos temas, sobre el matrimonio homosexual escribí en otra parte: http://aquiles.blogsome.com/2007/05/10/p11/feed/

  31. Comparto tu posición del matrimonio. Pero, de nuevo, los cambios nunca son totales y la política es fundamentalmente de transición. Transición permanente. ¿Por dónde empezar? Eso no puede decirlo un liberal partisano.

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