OEA: de la complicidad activa a la complicidad estúpida

Describir la situación en Venezuela como “crisis”, es lo que el filósofo Gustavo Bueno llamaría anegación de la especie por el género, que consiste en privar a los hechos de sus atributos específicos, para esconderlos en el género. El asesinato de Kennedy podría así ser tildado de un “acto violento”. Pero acto violento también es insultar al señor que se nos cruza con el auto sin poner el guiño, el chico que le contesta mal a la mamá o el que se agarra a las trompadas en una cancha de fútbol. La definición del asesinato de Kennedy como una acción de violencia, nos impide conocer lo más importante y nos permite no tomar partido con mayor comodidad, igualando situaciones graves con trivialidades.

[paycontent] Eso es precisamente el engendro que los cancilleres de la región han hecho la semana pasada, en consonancia con el enfoque de neutralidad que el papa Francisco le ha dado a la cuestión. Los venezolanos se encuentran atrapados entre sus captores y quienes protegen a esos captores desviando la atención sobre una “crisis” que involucra a todos por igual, gobierno y víctimas del gobierno. Es lo mismo la matanza de protestantes, su encierro y sometimiento a la jurisdicción militar, que la escasez de harina pan. Todos padecen un “crisis” y lo que cabe hacer a los terceros es colaborar con todos para que puedan ponerse de acuerdo y superarla.

En un sentido similar el derecho penal revolucionario que expresan Zaffaroni y su séquito en Argentina y en el mundo, habla de “conflicto con la ley” del delincuente. El género, esconde a la especie.

El uso de la fuerza es el plan A del aparato criminal que somete a los venezolanos, el plan B es esconder la naturaleza de esas acciones bajo la especie en cuestión o sus similares: conflicto, enfrentamiento. En ese nivel el papa Francisco puede operar con comodidad como un “promotor de la paz” entre torturador y torturado, una vez que lo que está ocurriendo se vuelve innombrable, queda diluido y resulta imposible de distinguir del tipo de problemas que todos tienen con sus gobiernos, invocando una “objetividad”, distancia y ánimo de superación. El plan C consiste en diluir los esfuerzos tibios de algunas cancillerías, más preocupadas por las cámaras de televisión que por sus responsabilidades, carentes de lo que llaman ideología, pero en realidad sería norte, bajo el género que hace tan inocente y tan culpable a Maduro y sus secuaces como a quienes los padecen. El papa Francisco se ha vuelto mucho más importante para la subsistencia del régimen que los gases lacrimógenos. La OEA está sucumbiendo a sus encantos.

Es inútil tratar de rescatar al señor Almagro en sus esfuerzos, aunque demos por sentado que sus movimientos sean enteramente bien intencionados, termina convirtiéndose en un engranaje del aparato apaciguador. Almagro es todo lo decidido que no fue como canciller uruguayo a denunciar al chavismo, pero no ha logrado mucho. El habla, pero la organización distrae. De cualquier manera, tampoco es su responsabilidad.

La página web del organismo es mucho más específica que genérica en ese sentido, cuando dice que la OEA “Es el principal foro multilateral de la región para el fortalecimiento de la democracia, la promoción de los derechos humanos y la lucha contra problemas compartidos como la pobreza, el terrorismo, las drogas y la corrupción” ¿Cómo se compara eso con la complicidad con el empobrecimiento socialista, los vínculos con el terrorismo y el narcotráfico y la hiper-corrupión del chavismo, correísmo, kirchnerismo, evo moralismo y orteguismo, en tiempos de Insulsa? No hay forma, pero el problema no se acabó con el chileno, porque en esta época en que el chavismo no logra imponer su no ley, de cualquier manera cuenta con este anegamiento de la verdad en el fango diplomático, que es una excelente vía para el control de daños de la tiranía. No pueden vencer, pero todavía pueden diluir, hacer que esos propósitos de la página web, dejen de tener cualquier significado operativo para convertirse en palabrerío hueco, a la vez que ganan tiempo. Postergan cualquier definición, la misma táctica seguida con el llamado “diálogo” frente a la obligación de convocar al referéndum revocatorio el año pasado.

¿Pero qué es lo que está fallando aquí para que la región se encuentra empantanada en un juego de falacias? Es la ausencia de un sentido político claro en el movimiento internacional contra Maduro. Todo está mejor que antes de las iniciativas de Almagro pero sólo en un sentido subjetivo, sin consecuencias prácticas. La OEA fue creada de acuerdo a un estatuto que no dice lo esencial, porque lo esencial estaba en la cabeza de sus propulsores. Si bien la historia de las relaciones hemisféricas se adentra en los tiempos de la independencia, el organismo en sí no encuentra una buena razón de ser sino en el marco de la guerra fría. La OEA fue creada para defenderse de la amenaza soviética. La expulsión de Cuba en el año 62 se explica por eso más que por un desajuste del régimen de los Castro con la letra del estatuto fundacional. Ese estatuto era la expresión de lo que existía, la defensa de la libertad, no la OEA en sí misma. No podía haber lugar para trampas retóricas o apelaciones a la letra chica o confusiones semánticas, porque la dirección política que daba sentido al sistema jurídico era clara contra quienes la amenazaban. No había titubeo posible ni neutralidad.

Hemos quedado a merced de la burocracia y su preservación a partir tanto del fin de la guerra fría como del retiro de Estados Unidos como líder del movimiento, que aseguraba su sentido político. Ese fue el campo fértil para que primero Chávez se ponga a todos en el bolsillo y ahora el chavismo los distraiga con “pacifismo” franciscano mientras lleva a cabo su guerra sangrienta. Los actuales cancilleres, los de los países que se supone que quieren poner en caja a Maduro, utilizan el lenguaje vacío de esa diplomacia “técnica”, que creen en los estatutos, pero no en sus motivos, por eso no son capaces de interpretar las palabras en su verdadero sentido.

Lo mejor que se puede hacer por los venezolanos y para que estas experiencias no se repitan, es volver a despertar ese sentido original de la organización hemisférica, sin el cual es una cáscara sólo útil a sus enemigos. Cuando eso pase, seguramente el secretario general volverá a ser lo que debería ser, un gerente. [/paycontent]

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

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