El orden paralelo del resentimiento

Un auténtico bueno para nada como el señor Juan Cabandié, legislador del kirchnerismo en la ciudad y miembro de la agrupación de “soldados” de Cristina Kirchner llamada “la Cámpora” es el juez de los ingresos, el tipo elegido por la providencia para ver cuánto deben ganar los demás, el enviado de alguna divinidad para quitarles a unos y darles a otros, aunque en su vida no se le conozca logro alguno, siendo un grandulón, más allá de la explotación política de su historia familiar.
No es el único, pero es un símbolo de lo que me interesa destacar, que es el gusto de la masa creciente de inutilidad de argentinos que se dedican a la promoción de la criminalidad distribucionista estatal del dinero que se ganaron otros. Y como ya el gran profesor no existe al lado del burro, hoy tiene un espacio en La Nación para decir “Dudo bastante que haya personas que tengan problemas de ingresos en Barrio Norte” ¿A quién le importan las dudas del señor Cabandie, más allá de la muestra de decadencia general implícita en el hecho de que alguien publique sus declaraciones?
En fin, mejor acostumbrémonos porque es éste el nivel al que hemos llegado cuando pasamos el piso de las peleas de vedettes. Lo relevante es la facilidad con la que alguien es juez de los ingresos, y del lugar donde vive la gente y se cree ganado el pedestal de la épica inmoral que es para todos la función de la política. Más ricos parece haber en Puerto Madero, pero mejor no hablar de ese barrio porque lo habitan muchos nuevos ladrones oficialistas.
El punto es que en el Barrio Norte hay gente de todo tipo, es la visión resentida social, que en la Argentina es virtud, la que alimenta el mito de que el Barrio Norte es de millonarios, pero si fuera así nadie le debe nada a Cabandié.
Aclaremos, el resentimiento social es más que envidia, que además de ser un pecado es un sentimiento deleznable y destructivo hacia aquel que tiene motivos para estar feliz. El resentimiento social implica que se aplica a grupos generales, la compensación particular por las cosas que el resentido cree no tener y merecer sin motivo alguno que lo justifique. El resentido social no merece nada, porque no se trata de alguien que ha perdido lo que se ganó, sino de alguien que no tiene lo que no se ganó, interpreta que la felicidad de los otros es sólo suerte y asume que es justicia despojarlos para no resolver otro problema que el de su propia debilidad frente al mundo. No soluciona nada porque no le interesa solucionar nada, todo su juego es la búsqueda de la satisfacción de dañar.
Pero resulta que Barrio Norte, que no es ya el destino soñado de los que roban con el estado, está habitado como cualquier lugar del país por gente que salvo excepciones se merece lo que tiene. Pero no se lo merece en base a un juicio general de cuánto creemos que tienen que tener los demás o cuánto les sobra en cuanto a recursos materiales, sino que la adquisición de tales bienes ha sido pacífica y jurídica, es decir ha ocurrido en un marco de trabajo y negociaciones particulares realizadas sin violencia, dando servicios o vendiendo otros bienes, a cambio de los cuales otras personas han pagado un precio con dinero que a su vez obtuvieron por las suyas. Para tener un inmueble se requiere una escritura pública, que se basa en la idea del título perfecto, la sucesión de operaciones jurídicas intachables que ocurrieron hasta que el propietario lo adquirió de un modo legal. Las personas comunes, las que no son como Cabandié unos mantenidos de la política, sólo pueden discutir lo que tiene otro en base a mejores títulos. Desconocerlos o relativizarlos porque estomacalmente unos resentidos que votan resentidos decidan que fuera de ese orden de las transacciones legales hay otro orden paralelo basado en sus bajos sentimientos, no es algo que puedan hacer las personas comunes pacíficas que carecen de los resortes del uso de la fuerza. Hay un estado, es decir toda una organización política cuyo supuesto fundamento es el bien común, que por un lado supervisa la legalidad, pero que por encima de eso que opera en contra de eso mismo en base al mal que los resentidos planean hacer a los que tienen lo que tienen porque lo han conseguido por si mismos.
Entonces Cabandié tiene un lugar en el mundo y en La Nación y se convierte en un personaje al que hay que escuchar y ver y aceptar sus juicios de disvalor para ver como hace de eso una ética.
Uno es el circuito de la justicia y el otro el de la injusticia, por más que le llamen “justicia social” a una manga de ladrones que han decidido que no tienen nada de qué avergonzarse.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

12 comments

  1. Excelente, Jose Benegas. Resentidos sociales hay en todos lados, pero en la Argentina tanto se ha explotado políticamente ese sentimiento, que ya forma parte de nuestra idiosincracia nacional. Mafalda, esa gran creación del humorista gráfico Quino, unas cuatro décadas atrás, acuñó una frase que se hizo carne en nuestra cultura: "Nadie amasa una fortuna sin hacer harina a los demás". Por eso para los argentinos todo éxito económico ajeno es sospechoso y todo fracaso personal es imputable a los demás, especialmente a los que les fue bien en lo que a nosotros nos fue mal. La crítica era contra el capitalismo, sin embargo, fue el Estado intervencionista con su capitalismo de amigos, la industria prebendaria y la corrupción emblemática del populismo quienes le dieron la razón a Mafalda. El empresario individual crea riqueza, hace crecer la torta y, enriqueciéndose, mejora los ingresos de los demás. Cristina, Boudou y compañía se enriquecen generando pobreza, con la plata que le sacan a los que crean riqueza, a través de los impuestos. Pero el culpable en nuestro país sigue siendo el capitalismo, mientras que el socialismo degenerado que han venido aplicando los gobiernos militares y populistas, en forma casi ininterrumpida, goza de total impunidad.

  2. Mientras miremos la realidad desde un solo lado, siempre la responsabilidad será del otro. Hasta que no asumamos las responsabilidades individuales va a ser muy difícil modificar la sociedad!

  3. El "modelo" termina siendo un cáncer que todo lo devora. Pronto habrá sido otra variante más, otra vez fallida, de los ajedrecistas y estrategas del peronismo, expertos en adaptarse a los vientos sociales y políticos para perdurar del lado del sol y su calidez. Gatopardismo puro.

    El kirchnerismo – cristinismo es la ya conocida pantomima, con algunos retoques en sus proclamas y su escenografía; sigue siendo la misma monserga del tirano devenido, antes del réquiem, en lúcido estadista pacificador porque así le convino, con el mismo entusiasmo y triunfalismo con que había fogoneado previamente las hogueras del odio y la intemperancia. El cambio para que nada cambie. Algo que todos los argentinos deberíamos recordar a la hora de ensobrar la papeleta.

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