El invento de la incertidumbre

Hemos inventado la palabra incertidumbre porque primero inventamos la certidumbre. Definimos lo que existe, la falta de certeza de nuestras predicciones sobre el futuro, a partir de lo que no existe que es la supuesta seguridad de que lo que esperamos ocurrirá y lo que no esperamos no ocurrirá, como si se tratara de un defecto y no de la situación de partida. Este firulete nos complica la vida. Hacemos lo mismo con la imperfección, consideramos lo que nos falta como un defecto respecto de un paraíso en el que está todo dado. Después redactamos derechos a viviendas dignas, saludes, educaciones, vacaciones. Todo lo que se nos ocurra porque si no lo tenemos estamos ante una “imperfección” o una “falla del mercado”. Y la perfección es el ajuste ¿a qué cosa? ¿a qué estándar?

Si no alcanzamos la perfección o la certidumbre algo está andando mal. El camino es remover los obstáculos. Como empezamos desconociendo la realidad los obstáculos los definimos como lo que se oponga a la perfección. Para todo esto hace falta un “relato”, una explicación acerca de cómo fue que perdimos “el camino”. Algo que nos señale quién fue el culpable. Nosotros no, los otros. Los que no siguen nuestra idea de perfección. Porque parece que encima hay muchas versiones al respecto, como si en realidad estuviéramos proyectando nuestras aspiraciones sobre ese paraíso, el problema es que entonces paraísos hay demasiados, habrá que competir por imponer el propio. Vendrá la violencia, las victorias, las derrotas, los empates.

Finalmente nos cansaremos. Acordaremos un paraíso consensuado con algunos, no con todos, porque hay varios paraísos que se parecen a nuestros infiernos. Impondremos un mínimo paradisíaco vital y móvil, con una autoridad que lo custodiará. Solo intervendrá para cuidar que no nos hagamos daño. Cada uno en la suya. Hemos aprendido, en parte. Porque seguimos pensando en la perfección, y todo lo que nos falta para lograrla. Nuestra autoridad le queda chica al objetivo. Nos olvidamos del momento en que nos molíamos a palos, comparamos la situación lograda con la perfección, que como ya habíamos visto merece múltiples interpretaciones. Lo que no tenemos se debe a falta de ejercicio de la autoridad, lo decretamos. La autoridad está para eso, la maldad humana, falla del mercado por antonomasia, está obstaculizando el avance. La “ley” debe hacer lo que sea necesario con explotadores, comerciantes, intermediarios sobre todas las cosas, gente que persigue solo su interés, en lugar del nuestro.  Los jefes empiezan a manifestarse en todas las situaciones. No, perdón. No son “los jefes”, es la autoridad, una organización impersonal. Los jefes pueden tener defectos, la autoridad no.

No se resuelve ninguna cosa, porque claro nada era cuestión de falta de perfección, sino de falta de solución. A la solución había que encontrarla pensando, actuando, y muchas veces había que dejarla de lado porque el sacrificio a realizar en función de ella era demasiado. La autoridad no sabe nada de cosas como costos, para ella el asunto es que no hemos llegado a lo que queremos, es defecto, no falta de acción, no análisis de costo beneficio. Entonces interviene imponiendo “la solución” que le señalan los expertos oficiales. El costo que antes había sido descartado ahora es impuesto, lo que implica que “el remedio” es peor que la enfermedad. Parece no importar, porque nadie está mirando a la realidad, sino al sueño.

Y así cuanto más nos alejamos de las soluciones más indefensos nos sentimos, más recurrimos a la autoridad y más nos aferramos al paraíso. Lo añoramos más cuanto más percibimos que vivimos en el infierno (que hemos construido). Y todo por inventar la incertidumbre y la imperfección. Empecemos de nuevo.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

4 comments

  1. MUy bueno. Yo tuve la suerte de ir a varios paraísos de vidas solucionadas (Cuba, Berlin Oriental, Checoslovaquia justo despues de la caída del muro) y si algo no tenía la gente era idea de qué iba a ser de sus vidas al mes siguiente.

  2. Es increíble que no se entienda, pero el colectivismo sigue con la ilusión de que las buenas intenciones dan buenas políticas. El mercado no es el que te va a dar el enunciado más dulce, es solo el mecanismo que te va a dar la mejor solución.

  3. Es que es muy difícil erradicar la idea de que la perfección es alcanzable, y que si no la alcanzamos es porque hay “malos” que nos lo impiden. Si, ya se, la realidad es que la libertad nos permite pasar de un estado más malo a uno menos malo, y cuando más libres seamos, más rápido podremos hacer los ajustes para estar un poco mejor (aunque nunca lleguemos a un estado ideal). Pero a medio mundo le han inculcado la idea contraria, que describís muy bien. Y la idea del paraíso perdido, ¿cómo se erradica? Está claro que pensar en la perfección como posible, es un placebo para muchos, los desliga de la responsabilidad de estar un poco menos mal y hacerse cargo de sus propios fracasos. Y de ahí que, me parece, la idea de un mundo imperfecto (aunque menos malo que el que tenemos), es poco atractiva, no se vende fácil. Ganamos la batalla de la razón, pero perdemos la del marketing.

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