August y yo (aunque suene fuerte)
Por José Benegas
Soy ameba. Lo digo con orgullo, para que no me convenzan de que no lo soy mis hermanas que ya no quieran considerarme una entre ellas.
Esto pasó por lo que August y yo tenemos, de cuando August no era August sino sólo otra ameba y nos conocimos en un charco durante la primavera. August es como la parte mía que yo no tengo, mi socio, quién está conmigo y es yo pero no es yo. Como otra mitad. En ese charco nos sentimos cuando nos rozamos. Algo eléctrico, como un fuego. Un llamado del interior nos decía que teníamos que permanecer juntos, fundirnos, pegarnos e intercambiar cosas.
Nuestros sentimientos no encajaban en el mundo según nos lo habían contado. Nadie tiene otra mitad, sino que cada una de nosotras se parte en dos. Esa es la Primera Ley.
La Ameba Original, que inició todas las cosas así lo había dispuesto y en nosotras estaba cumplir. Pero August y yo éramos distintas y aún así pensábamos que no se nos podía desconocer como amebas buenas y leales. Nos parecía que una parte suya y otra mía era mejor que nosotras dos. A la vez que nos acercábamos también nos diferenciábamos. Ese proyecto nuestro les parecía a nuestras hermanas un desafío a Lo Que Era, que era lo mismo que lo que debía ser.
August es una ameba, como yo. Pero no es como yo, solo que no pudimos separarnos desde que nos conocimos. Hablábamos mucho de lo que nos pasaba, tratando de saber si estábamos en lo correcto. Nuestra unión también nos separaba un poco de las demás. Queríamos momentos solos, una vida aparte.
A lo mejor fue eso lo que tanto molestó, más incluso que nuestras ideas contra la Primera Ley. Nuestras hermanas no nos comprendieron. Más bien nos rechazaron.
Cuando corrió la noticia de que August y yo ya no nos dividíamos en dos, una asamblea fue convocada. Todas las voces nos censuraban. Las mayores sobre todo, decían que lo que hacíamos no era como Lo Que ES. Que la Ameba Original nos había creado iguales, no complementarias. Que toda ameba es igual a su hermana y las dos iguales a la ameba de la que derivan.
Pero la Ameba Originaria también nos había creado a August y a mi ¿Por qué nos había creado así?
“August es mi otra mitad”, grité indignada después de soportar varias horas de discursos condenatorios. Eso fue lo que volcó a la asamblea definitivamente en nuestra contra. “Nadie tiene otra mitad, eso es antinatural” clamó alguien. Por algo — concluyó la resolución aprobada esa noche — “cuando nos reproducimos lo hacemos solas; porque cada una de nosotras es su propia mitad que da origen a otras hermanas… Lo que estas amebas están haciendo atenta contra la reproducción y lo que debe ser, que es Lo Que Ya Es, y lo que fue hecho por la Ameba Original, con todo lo que conocemos hasta ahora y debemos mantener. Está en juego la continuación de nuestro reinado en la Tierra”
¿Cómo sabían ellas lo que quería la Ameba Original? me preguntó August al oído ¿Acaso no podría haber dispuesto cambios, no podía ser que estuviéramos inaugurando otras formas, otras cosas? Pero no supe cómo convencer a nuestras hermanas de algo así si siempre habíamos vivido de modo tal que Lo Que Ya Es, es, y por lo tanto Debe Ser. Nuestras antecesoras vivieron como sus antecesoras y también quienes las antecedieron desde el principio de todo. No importaría a la Asamblea que para August y para mi, la Ameba Original estaba también detrás de nuestros planes. No quería alimentar la irritación. Pedí la palabra y pedí en cambio que nos dieran tiempo para ver si la Ameba Original nos daba alguna señal que nos diera una respuesta. Hasta que esa señal no llegara, agregué, era justo que se nos dejara continuar de acuerdo a nuestras creencias.
Algunas de nuestras hermanas miraron a su alrededor buscando a la que pudiera contestar mi propuesta. La anciana ameba mayor habló. Su palabra cerró el debate. Dijo que estábamos confundidas si pensábamos que todo era una cuestión de la voluntad de la Ameba Original. “Las cosas son como son, el pasado manda y el presente obedece” y finalizó “Lo Que Es, es y nos dice lo que debe ser, nada tiene eso que ver con nuestras creencias sobre la Ameba Original, por lo tanto no cabe esperar su pronunciamiento, basta ver cómo somos, nuestra forma, para entender cómo debemos ser; quién diga que podemos ser complementarias una de la otra padece de alguna enfermedad”
Estábamos perdidas. August gritó indignado “qué hay de nuestros deseos”. “Los deseos deben ordenarse en función de Lo Que Ya Es”, le respondieron.
– ¿Y si decidimos no hacer las cosas de acuerdo a Lo Que Ya Es, sino algo nuevo?
– ¡Tendremos que imponerles el deseo de Lo Que Ya Es!
– ¿Por qué?
– ¡Pues porque Lo Que Ya es, es algo más importante que nosotras! ¡El pasado manda, el presente obedece!
-¿Es Lo Que Ya Es igual a la Ameba Original?
– De ninguna manera, no vuelvas a lo mismo de querernos hacer aparecer como fanáticas. ¡La Ameba Original está por encima de Lo que Ya Es y después estamos nosotras!
Nadie respondió cuando interrogué acerca de qué cataclismo pensaban que podrían caer sobre nosotras por el hecho de ya no hacer Lo Que Era. Más enojadas aún hicieron cumplir de inmediato la sentencia de destierro.
August y yo no nos separamos nunca más. Supimos de células que se unieron para formar unos sistemas que no eran antes de ser. Hasta hubo rumores de que esos sistemas tenían una variante de comportamiento parecida a la mía y otra como la de August, que cuando se unían generaban otros sistemas que eran herederos de ambos pero a su vez respondían a alguna de las dos variantes. Todo parecía indicar que Lo Que Es puede dejar de ser o que Lo Que Es también es lo que no es o lo que puede ser, porque algunos hacen cosas nuevas. Algún día alguien volverá a creer que Lo Que Es debe dejar de modificarse y otros serían desterrados pero en ese caso por no ser como August y yo; aunque suene fuerte. Pero tampoco nos importaba eso.
August Johann Rösel von Rosenhof descubrió las amebas en 1757