Sigo desempolvando el arcón de los recuerdos

Este lo escribí el 3 de noviembre de 2003

No pagarás (a nadie salvo a mi)

Después de suspender la legalidad por meses en lo que respecta a ejecuciones hipotecarias (entre otras cosas) el gobierno envió al Congreso un proyecto para auxiliar a los deudores de créditos obtenidos originalmente para adquirir o refaccionar viviendas cuyo monto no supere los cien mil pesos.
El proyecto es una especie de monumento a la demagogia pro deudores que el país había abandonado por algunos años y que ahora retomó como un adicto que vuelve a encontrarse con la sustancia que lo excita.
El sistema consiste en la creación de un fideicomiso que se hará cargo de las cuotas atrasadas y otorgará facilidades y plazos de gracia a los deudores para que cancelen ese auxilio. A juzgar por los antecedentes, podemos prever que el estado jamás cobrará esa generosa dádiva y que tendremos que hacernos cargo con impuestos de los riesgos que eligieron asumir otros.
Ni siquiera se trata en el fondo de un problema de pérdida de una vivienda como la sensiblería estatista pretende presentar el problema. Por un lado porque en una vivienda obtenida por medio de un crédito hipotecario, tiene más puesto el acreedor que del deudor. No se está perdiendo una propiedad sino la posibilidad de ir adquiriéndola con el cumplimiento del préstamo. Por otro lado, sólo en países atrasados donde la inversión es fuertemente castigada y vista como algo pecaminoso el común de la gente tiene la mayoría de su patrimonio paralizado en el lugar en el que habita. Con más razón si además esos países atrasados (mental y moralmente) suelen hacer políticas para favorecer a los inquilinos en contra de quienes ponen a su disposición el fruto de sus ahorros, es decir, los propietarios.
La mitología progre latinoamericana, con fuerte apoyo de los ineptos que pueblan los organismos internacionales, suelen preocuparse por la “concentración de la riqueza en pocas manos”. En un discurso amoral, no se preguntan quién produjo esa riqueza que es la cuestión esencial. Pocas o muchas manos, en una sociedad justa nadie debería poseer una riqueza que no produjo a menos que el que la produjo decida voluntariamente regalarla. Pero el punto económico es que la única forma honesta para que los que hicieron riqueza la pongan a disposición de los que no la hicieron, es mediante la vigencia irrestricta del derecho de propiedad.
Un capital se consigue acumulando trabajo. Nadie trabajaría más que para subsistir en el momento si no tuviera esperanza de conservar y hacer rendir algún excedente. La confianza en los demás, en que no asaltarán al productor una vez que haya terminado de producir, es el único secreto por el que se multiplica la riqueza en el capitalismo y por el que todos terminan beneficiándose del trabajo ajeno sin necesidad de esquilmarlo (en ese caso si) salvajemente.
Estas son lecciones elementales que los países civilizados entienden perfectamente. Pero no es nuestro caso. Acá tratamos de agrandar un sistema educativo que a lo largo de todas sus etapas habla mal del derecho de propiedad, que es el fundamento de la convivencia social y de la prosperidad.
Y cuanto más pobreza y corrupción producen, más lo atacan. Así tenemos los legisladores que tenemos.
Sin embargo, nuestros anquilosados populistas no son tan amigables con los deudores cuando sus deudas no provienen de sus propios compromisos asumidos en libertad. A la hora de cobrar impuestos, no son ni garantistas ni perdona vidas. No creen que el acreedor es malo y el deudor es bueno, pese a que en el caso de los impuestos si es así, porque el único que produjo algo en esa relación es el “deudor” que además se convierte en deudor por voluntad de otro.
Por eso es que en el proyecto en tratamiento en el Congreso, al acreedor hipotecario al que se lo tuvo congelado meses, para poder cobrar lo que le debe un particular deberá acreditar su pureza como contribuyente.
El esfuerzo, el trabajo y la inversión no son fuentes legítimas de lucro para la nueva ola de pensamiento. Sólo la extorsión, la dádiva y el impuesto merecen el apoyo y la aprobación oficial.
Si se demuestra que por este camino puede sacarse adelante a un país en problemas, será todo un descubrimiento.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

3 comments

  1. Una parte de la culpa es de los que producen y acumulan riqueza y la exhiben, sabiendo que la cultura de la rapiña es parte del “capital social” negativo de este pueblo, y de sus gobiernos.

    Por eso insisto en mis recomendaciónes:

    1) Bajo perfil fiscal
    2) Mínimos bienes registrables
    3) Los activos financieros bien lejos de las manos del estado saqueador (y de sus beneficiarios).

  2. Si alguien tiene alguna duda para que existen los gobiernos les recuerdo que Zafaroni en una maltrecha modificaciòn del codigo penal preveia disminuciòn de penas para los violadores y asesinos (y/o trato mas “beningno”) pero un endurecimiento del “delito” de evasiòn (cosa disparatada tratar a la evasiòn como delito ya que no existe vicitma, y tampoco han probado como es que alguien “le debe” al gobierno algo por el solo hecho de haber producido riqueza o ser recompensado por su trabajo) …..

    Es decir el gobierno solo existe para que la casta que lo ocupa viva y financie sus extravagancias parasitariamente a costa del trabajo ageno, es decir es una organizaciòn de coacciòn violenta (te sacan la guita a punta de pistola so pena de encarcelarte y quitarte todo) dedicada al robo y el saqueo…solo los acolitos a la pseudoreligiòn “Estatolatria” pueden ver en esa organizaciòn denominada gobierno otra cosa distinta que un minotauro

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