Si la truculencia no es un obstáculo para que disfruten de buen cine, Sweenie Todd es uno de los estrenos de la semana para tener muy en cuenta. Con el sarcasmo y la ironía con la que Tim Burton plantea siempre sus obras, la película es violenta, absurda y trágica al mismo tiempo. Raro que con ese contenido se trate de una comedia musical, aunque la música no es gran cosa.
Sangrienta (no digan que no se los dije), con una ambientación muy adecuada para el guion y muy bien actuada. Sweenie Todd es la historia de una venganza y varios triángulos (como si uno solo no bastara) que sirve para salir contento del cine hablando bien de Johnny Depp.
Director: Tim Burton
Intérpretes: Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen.
Calificación tres velitas y media (o lámparas bajo consumo, lo que prefieran).
Yo la vi y si bien no soy amante de los musicales, me gustó mucho.
Me pareció muy original.
A continuación transcribo la crítica que hizo en su sección cine, la página española HISPANIDAD.
Sweeney Todd. El diabólico barbero de Fleet Street
Un musical terrorífico
Director: Tim Burton
Intérpretes: Johnny Depp, Helena Bonhan Carter y Alan Rickmann
Nacionalidad: EEUU, 2007
Fecha estreno: 15/02/2008
Duración:
Dicen los que han entrevistado a Tim Burton que es como un niño grande al que le gustan los cuentos… terroríficos. Con este bagaje es lógico que el imaginativo director eligiera trasladar a la pantalla grande el musical “negrísimo”, de Stephen Sondheim, que narra una historia de venganza.
La leyenda literaria de Sweeney Todd data de mediados del s. XIX sin que hasta el momento se pueda dilucidar si existió realmente este sombrío personaje. La historia comienza de forma similar a la del Conde de Montecristo: un joven e ingenuo barbero es acusado falsamente de un delito que no ha cometido por un juez prevaricador. Quince años más tarde sale de prisión y pretende reunirse con su bella esposa y su hijita. Cuando se entera que la primera ha muerto y la segunda es la ahijada del juez planea su venganza y se convierte en un nuevo y temible barbero: Sweeney Todd, capaz de llevarse por delante a todo aquel que se ponga delante de su navaja. En sus macabros planes le ayuda una siniestra mujer, la Sra. Lovett, que regenta un establecimiento que vende pasteles de carne en la planta baja de la barbería…
El actor fetiche de Tim Burton, Johnny Depp, se pone al frente del reparto de este musical y demuestra que entre sus aptitudes también se encuentra la de cantar bastante bien. Porque esta historia, tan fantástica como terrorífica, cuenta con innumerables canciones que, aunque de indudable calidad, se harán algo pesadas para el espectador que no vaya preparado para ello. Con una lujosa puesta en escena (superior a la de los escenarios teatrales) Sweeney Tood es un musical muy vistoso a la par que sangriento y la demostración palpable de que Tim Burton es capaz de acometer cualquier proyecto siempre que le guste y esté en su línea.
Para: Los que les gusten las películas de Tim Burton y asuman que ésta es un musical
Juana Samanes
(Ver también crítica de La Nación)
y acá va el comentario de La Nación:
Un musical a la medida de Tim Burton
Sangrienta y oscura, esta película se adapta a la perfección al universo del director de
El joven manos de tijera
Jueves 14 de febrero de 2008 |
Publicado en la Edición impresa
Calificación LA NACION: ****
Calificación lectores:***
Ver opiniones de lectores (9)
Sweeney Todd: el barbero demoníaco de la calle Fleet (Sweeney Todd)
The Demon Barber of Fleet Street,
Estados Unidos/2007).
Dirección: Tim Burton.
Actores:Johnny Depp, Helena Bonham Carter,
Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen, Jamie Campbell Bower, Laura Michelle Kelly y Jayne Wisener.
Guión: John Logan, basado en el musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Música: Stephen Sondheim.
Edición: Chris Lebenzon.
Diseño de producción: Dante Ferretti. Producción en inglés subtitulada en castellano Presentación:Warner Bros.
Duración: 116 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
En casi un cuarto de siglo de notable carrera, Tim Burton había hecho prácticamente de todo: cortos y largometrajes, animación artesanal y ficción con efectos visuales, comedias y melodramas, películas para chicos y para adultos (o para ambos), films independientes de bajo presupuesto y superproducciones para Hollywood.
Entre los desafíos pendientes, figuraba el de llevar a la pantalla grande un show de Broadway y, a fuerza de imaginación, de audacia y, sobre todo, de talento, el director de Charlie y la fábrica de chocolate no sólo sale indemne de semejante exigencia, sino que construye una obra decididamente personal, a tono con el resto de su filmografía, y que trasciende -y por momentos subvierte- las convenciones de un género clásico y bastante conservador como el musical.
A casi veinte años del exitoso estreno de Sweeney Todd en Manhattan, Burton se rodeó de un renovado equipo de colaboradores, encabezado por el cotizado dramaturgo y guionista John Logan ( Gladiador , El aviador ), por el polaco Dariusz Wolski (habitual director de fotografía de Gore Verbinski) y por el diseñador italiano Dante Ferreti (famoso por sus trabajos para Martin Scorsese) para convertir la creación original de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler ya no -como suele ocurrir en muchos casos- en una sucesión de coreografías filmadas, sino en una película con entidad propia, que fluye, que fascina, que aterroriza, que homenajea a los clásicos de terror de los años 30, que deslumbra con su estética gótica tan afín al universo burtoniano y que subyuga con esas proezas técnicas que sólo el cine de hoy puede ofrecer.
Burton, se sabe, no le teme al riesgo y, por eso, eligió para esta primera experiencia integral en el musical (varios films previos del director ya habían incursionado de forma parcial en el género) la historia de un protagonista con muy poco de heroico y demagógico.
Benjamin Barker (Johnny Depp) era un simple e inocente barbero de la Londres del siglo XVIII, felizmente casado y padre de una beba, hasta que el juez Turpin (Alan Rickman) lo envió bajo cargos falsos a prisión para robarle a su bella esposa, Lucy, que al poco tiempo decidió suicidarse ingiriendo veneno.
Esa es la historia previa al film (se reconstruye en un corto flashback), que en realidad arranca 15 años más tarde, cuando Barker, ya con su nuevo nombre de Sweeney Todd, regresa en barco a Londres, luego de purgar la injusta pena, para vengarse de Turpin y recuperar a su ahora adolescente hija.
Pero Todd ya no es aquel joven naif de su juventud, sino un despiadado y sanguinario experto en cortar gargantas.
Como fiel ladera tendrá a Nellie (Helena Bonham Carter), la dueña de una penosa pastelería llena de ratas y cucarachas sobre la que el protagonista reabrirá una truculenta barbería, cuyos “desechos” servirán como relleno de los pasteles que se fabrican en la planta inferior (todo un ejemplo de reciclaje y optimización de recursos).
El realizador de Batman, El joven manos de tijera , La leyenda del jinete sin cabeza y El gran pez optó por actores antes que por cantantes, pese a que en Sweeney Todd hay mucha más música que diálogos convencionales y, una vez más, la apuesta le salió bien, ya que si bien Johnny Depp no es un gran intérprete todo parece salirle sin gran esfuerzo y logra imprimirle al personaje una potencia y una brutalidad que, de todas formas, permiten percibir la veta melancólica y el sentido trágico de su personalidad.
Burton y Logan tuvieron que reducir varios personajes y más de una hora de situaciones y de canciones para que la película no pasara los 116 minutos con títulos incluidos (el musical original duraba tres horas), pero así y todo puede que el film abrume por momentos a aquel sector de público no demasiado curtido en el género musical, ya que, además, carece del costado lúdico, colorido y festivo de, por ejemplo, la reciente Hairspray para apostar, en cambio, a un relato sórdido y muy oscuro.
Pero, más allá de estas prevenciones, hay en Sweeney Todd una maestría visual y narrativa de la que buena parte del cine contemporáneo carece.
Por eso, incluso quienes se sientan un poco apabullados por la exuberancia y la truculencia del film y no alcancen a disfrutarlo en toda su dimensión, al menos encontrarán en el terreno formal sobrados motivos para la admiración.
Diego Batlle