A la espera del Chapulín Colorado

El editorial de fondo de La Nación viene con ese tipo de buenos deseos que es lo último que necesitamos:

“Los argentinos no tenemos buena opinión de nuestra dirigencia política. Nos quejamos del bajo nivel de transparencia y confiabilidad de quienes tienen a su cargo habitualmente el manejo de la cosa pública en los diferentes distritos del país y reclamamos una reforma integral y profunda de los procedimientos políticos que posibilite el reemplazo de las cúpulas partidarias actuales -salvo algunas pocas y bien conocidas excepciones- y el surgimiento de una nueva estirpe de dirigentes”.

Si seguimos creyendo que nuestro destino como país depende de tener mejores políticos estamos fritos y no hemos aprendido nada. Más “buenos” que los de la Alianza no hubo. La política no es buena, eso se aprendió en el mundo doscientos años atrás y fue lo que produjo el movimiento constitucionalista para fijar límites precisos al poder.

Los países no prosperan por tener políticos buenos, sino por la iniciativa y el esfuerzo de sus individuos cuando se les quita la pata de elefante del poder de la cabeza y se los deja actuar. Salvo que describamos “buenos” como aquellos que han entendido este problema, pero entonces la palabra “bueno” no sirve para nada. ¿Es tan difícil de entender que la política es lo que es y no lo que la literatura épica y los deseos de salvadores pretenden que es?

La esperanza de una “nueva forma de hacer política” ha sido una de las peores estafas que se le vendió al electorado argentino. La enarboló el estatismo del grupo de los 8 que luego derivó en el Frepaso y la repitieron centristas y políticamente correctos rodeándola de lenguaje vacío. Lo que pretendían estos hijos del estado era mostrar que si el estatismo había producido el colapso del país en la década del ochenta era por falta de buena gente y de organismos de control (el estado se soluciona con más estado) ¿No probamos que eso es falso ya?

El estado se descontrola por estar fuera de su ámbito. El abuso del poder es una consecuencia del mucho poder y de la mucha recaudación. Y con esa batería de errores lo peor que podemos tener es un ideal de políticos que cumplan sus promesas. Una mirada adulta requiere entender esto: si los políticos argentinos fueran enteramente honestos y cumplieran todas sus promesas, ya estaríamos muertos hace rato.

De hecho la hemos pasado bastante mal porque a diferencia de los dirigentes europeos y norteamericanos, los nuestros se compran muchas veces sus propias tonterías y las llevan a cabo queriendo demostrase a si mismos que son mejores que los anteriores.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

4 comments

  1. Totalmente de acuerdo, Jose. Estoy cansado de “nuevos politicos”, a un pais lo sacan adelante las personas y su desarrollo individual. Cuando el individuo sea realmente libre y deje de ser oprimido por los gobiernos de turno con mas y mas promesas estatistas, recien ahi vamos a progresar como pais y como sociedad. Primero de todo esta el individuo, se debe buscar el interes individual para que se consiga el bienestar general. En cambio los pliticos pretenden lo contrario, o sea, poner enfasis en lo “social” para progresar en lo “individual”. Hace falta un giro de 180 grados.

  2. Es la debilidad institucional y la consiguiente expectativa de impunidad la que atrae a oportunistas y delincuentes a la lucha por el botín del poder.

    Algunas ideas para desalentar a esta caterva:

    1)Declaración jurada de bienes antes y despues de asumir.
    2) Mas causales para promover el juicio político y la revocación del mandato.
    3) Juicio de residencia.
    4) Registro de oposición (fundamentada)
    sobre el candidato.
    5) Condenas penales o sobreseimientos por
    duda o prescripción.

  3. El papel de los partidos políticos está distorsionado,

    es una corporación de intereses para acceder al botín del poder,

    cuando debiera ser la intermediación proveedora de información entre demanda y oferta política,

    es decir debiera contribuir a la reducción de costos de información de los ciudadanos

    respecto de la oferta de candidatos.

    Una vez en el poder, este mamarracho que hoy son los partidos se dedican a atender sus intereses y a sostenerse en él

    a través de un mecanismo perverso de concesión de privilegios a minorías,

    privilegios costosos que son soportados por la masa de contribuyentes,

    cuyos costos de organización para resistir el saqueo son normalmente superiores al monto en juego.

  4. El comentario de Benegas es lo más cabal que he leído o escuchado sobre el tema. No se trata de buscar “políticos buenos”, porque no existen en ese estado de pureza ni aqui ni en ningún otro lugar de la tierra.De hecho los políticos, tienen los mismos defecto y las mismas virtudes de todo ser humano. Por eso la lucha de la burguesía liberal para ponerle límites al poder real y al absolutimos, devino en la sanción de los derechos y garantías individuales. Ahora bien, si una sociedad acepta que estos derechos y garantía sean recurrentemente violados -y lo acepta, como digo, de modo complaciente y hasta con deseo y fervor- de nada sirve que busquemos “políticos buenos”. Debemos tratar de formar una “buena sociedad”, capaz de impedir que se avasallen sus derechos y que comprenda que la función del Estado es velar por el cumplimiento de esas normas. El Estado paternalista que desde siempre hemos preferido los argentinos, termina por ser el tutor de nuestras vidas. Por eso no crecemos ni como nación ni como individuos. Estamos aletargados esperando que el señor Estado nos diga que tenemos y podemos hacer y que se nos prohibe, de acuerdo con la voluntado la ideología del mandamás que oficia de bastonero mayor del Estado.

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