Habrá que acostumbrarse a que los días de lluvia no son como los otros. Falla la luz, falla fibertel. La Argentina en serio se declara vencedora del “consenso de Washington” pero no puede lidiar con las consecuencias de la humedad.
En fin, hablando de Argentina en serio, ayer oí al señor Carlos Heller decir que una empresa de agua privada se ocupaba de ganar dinero, mientras que una empresa estatal se ocupa de dar agua. ¿Será extranjero Heller? Cómo explicará desde su estatismo de la opulencia este pequeño problemita de la utilización de ciegos en un instituto del Estado para negocios privados. O cómo explicará la forma en que utiliza en propio beneficio al estado el gobierno que lo tiene encantado. Heller no se ha enterado, pero en economía lo que no se resuelve mediante un precio se lo hace mediante corrupción. O a lo mejor se enteró mucho antes que yo y por eso no le va tan mal al gordito.
Donde yo vivo (y estoy seguro que en muchísimos otros lugares del país también) si una clínica privada tiene el nivel de mugre, basura y ruinosidad que el Hospital Público local, estoy seguro que Salud Pública la clausura al toque.
O sea que, para el Estado hay dos clases de argentinos: 1) los pobres que van al hospital público, que tienen que aguantarse cualquier cosa y 2) los que al menos tienen alguna obra social o unos $$ y entonces adquieren mágicamente el derecho a ser atendidos cuando enferman en un lugar mínimamente limpio.
Esta feroz contradicción con lo que tanto se proclama no llama la atención de los progresistas izquierdosoides que viven llenándose la boca tratándonos de convencer que ellos combaten la pobreza.
Encima, haciendo cuentas del costo de las internaciones, las públicas salen muchísimo más caras que las privadas promedio.
O sea, malo y caro.
Esa combinación nefasta se extiende a prácticamente todos los rubros donde el estado interviene.
Malo y caro.
En la foto, ¿se besan o no?