Leo esta mañana en el artÃculo de Pagni como los sátrapas de Cresta Roja se la pasaron haciendo negocios con el estado, robando con los dictadores de Venezuela y el gobierno del señor Scioli. Ahora el estado está ocupándose de salvarles la ropa. Ayer sus empleados, que disfrutaron de parte del botÃn, cortaron la Richieri y como premio hubo una conferencia de prensa en casa de gobierno prometiéndoles soluciones. Ninguna promesa para quienes no podÃan llegar a Ezeiza, ninguna conferencia para ellos. En Canal 7 dejaron que venza el contrato con 678 y dejaron que Cristóbal López dijera que era él el que no lo renovaba. Nadie les va a exigir que devuelvan nada. En Telam, los mismos que eran pagados con dinero público para mentir y tapar la realidad desde una posición partidaria serán premiados con la continuidad. Es un tipo de “amor”, de manto, sobre las fieras. Es casi imposible que el estado tenga estas consideraciones respecto de gente que simplemente hace las cosas como se deben hacer; estos reciben las cuentas de impuestos, regulaciones agobiantes, cuando no las amenazas.
Pero quiero ir mucho más allá de los episodios porque si no el ambiente de injusticia me abruma y no quiero quedarme con eso. Casi todo el mundo tiene dificultades para pensar fuera de la Matrix. Imaginan que si mañana cerrara el gobierno todo colapsarÃa en manos de los salvajes. Robos, asesinatos, estafas, violaciones. La Argentina es ya la prueba más acabada de que esto no serÃa asÃ. Allà todo lo que está mal está premiado, subsidiado, protegido o venerado por el estado. Desde el crÃmen común al terrorismo, la corrupción, la ineficiencia, la falta de seriedad, la mentira. Es un paÃs donde para el estado la cuestión es la necesidad y el llanto, asà que se dedica a proveer a los que más les conviene a los funcionarios. Esto es a los que juntan número y tienen capacidad de general problemas.
Sin embargo, todavÃa la mayor parte de la gente sigue portándose bien, algo que da, en términos polÃticos, en términos de trato estatal, una ventaja cercana a cero. Trabajan, producen y piensan. Esto último incluso es la mejor prueba de lo que significa el mercado, que no es lo que sostiene el pensamiento autoritario un lugar de perdición del lucro, la Sodoma y Gomorra del dinero, sino un ámbito de interacción voluntaria donde los valores son revelados en acciones. Lo digo en el caso del pensar como algo particular, porque a pesar de que todos los argentinos pasan por un aparato de adoctrinamiento que glorifica al estado como sinónimo de paÃs, siguen en su mayor parte razonando cuando  se trata de cuestiones privadas de un modo en que muchos paÃses envidiarÃan.
Tenemos el ámbito de lo público como el ambito de los D’ElÃa y el privado del argentino anónimo promedio que se sostiene a si mismo y sostiene a los parásitos. Todos los salvajes que conocemos no serÃan nada sin el estado.
Lo que prueba esto desde mi punto de vista es que el impulso vital es más importante que la doctrina esclavizante. Lucro y lÃvido más interacción social libre, algo que ocurre a pesar del estado en la Argentina, generan relaciones virtuosas y productividad general. Todo el que sigue trabajando sin estafar, sin llamar a la policÃa para perseguir a algún competidor, todo el que no miente, no engaña, no persigue, no se mete con la vida de los demás; pese a que el estado hace todo para que lo haga, entendió lo que se necesita para liberarse. Lo cuál no quiere decir que haya adquirido la teorÃa que explique la cuestión ni que se anime a dar el próximo paso.
La polÃtica siempre será necesaria como una instancia de resolución de problemas comunes. Siempre existirá la interacción más allá del comercio como lo prueba internet donde la gente se ayuda sin estado, sin impuestos y sin aparente contraprestación. Que haya polÃtica no quiere decir que tenga que haber estado, mucho menos impuestos, muchÃsimo menos legisladores. El legislador es el invento mas absurdo y el error más grande de nuestros héroes del liberalismo clásico.
Argentina prueba que se puede vivir sin estado, que se vive mejor sin estado, porque siempre se comporta como una pata de elefante sobre la cabeza de la gente valiosa y un colchón para los miserables.
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