No bajan la inflación, la mandan a un solo precio: la tasa de interés.

La inflación no terminó, ni se apagó, ni se controló, ni se bajó. Tampoco el dólar se ha calmado por un rato porque la moneda trucha argentina se haya estabilizado. El gobierno de la señora Kirchner y sus brujos ensayan un nuevo truco que consiste en concentrar todas las exteriorizaciones del problema en un solo precio, que de cualquier manera afecta a toda la economía: la tasa de interés. Ortodoxia menguelista de la más pura cepa. Le llamo menguelismo al uso de instrumentos para obtener resultados usando a las personas como animales de laboratorio.

Mientras el elenco artístico kirchnerista despliega su comedia llamada “precios cuidados”, la política anti precios en las góndolas se maneja en el Banco Central, haciendo pases mágicos para que las tasas de interés sean lo suficientemente altas para que una buena cantidad de pesos emitidos para pagar las cuentas del estado (que no paran de emitirse), se atesoren como préstamos al propio gobierno. Éste a su vez no llevará a cabo ningún negocio que justifique pagar esas tasas, todo se traduce en un nuevo quebranto que alimenta el mismo círculo vicioso. Una enorme zanahoria como para que solo suba la zanahoria y todas esas asociaciones de consumidores creadas por el kirchnerismo festejen la inutilidad de su existencia.

Es fácil de notar que en la lista de “precios cuidados”, el precio tal vez más importante de todos que es la tasa de interés, no figura.

Lo que obtiene el gobierno es calmar las góndolas y dejar que algunos pobrecitos de la Cámpora crean que han conseguido algo con la vigilancia. Ya produjo destrucción al alterar los precios relativos con la emisión y el lanzamiento al mercado de pesos sin contrapartida, ahora realiza otra alteración en sentido contrario con la tasa de interés. Todo a lo Menguele.

Ahora bien, si alguien piensa que esta es una inflación que la gente no sufrirá, se equivoca. Hay tanto ni-ni (que ni piensa ni le importa) desprevenido, que mejor aclararlo. La tasa de interés determina qué negocio es rentable y qué negocio no lo es. Si poner un quiosco genera un retorno del 10% y prestarle al gobierno un 11% sin correr ningún riesgo, entonces se sacrifica producción por financiamiento a la vagancia. Las tasas que hoy pagan los bancos como consecuencia de esta política iniciada a principios de febrero, alcanzan al 25% ¿Qué otro quiosco además del Frente para la Victoria genera beneficios a guarismos tales que justifique pagar esas tasas más el spread bancario?

Lo que hace el oficialismo mientras le miente a la gente con la ayuda de casi toda la prensa, cómplice o boba, es lo que dijeron que no iban a hacer: enfriar la economía. O más bien congelarla, para que los balances no se vean feos a ver si algún organismo internacional menguelista consuetudinario como el FMI le presta contra semejante dibujo.

El problema siempre es que el que está siendo financiado no tiene como ganar, como producir, como para pagar sus deudas y justificar la tasa que paga. Entonces tenemos enfriamiento del mercado y a la vez el iceberg otra vez creciendo y creciendo. Los que están en la tasa hoy saben que el iceberg existe, van a elegir cuándo saltar a los botes.

Hay un alternativa por supuesto al enfriamiento de la economía, que es el enfriamiento de la vagancia, del sector improductivo. Esto es el “estado para todos” o estado para bobos, más precisamente. Pero eso no lo van a hacer ¿Para qué les sirven las soluciones que los sacrifiquen a ellos mismos? Nunca Menguele experimentó sobre si mismo ni sobre su familia.

Esto termina como ya lo sabemos. Lo contó Roberto Cachanosky hace unas semanas en La Nación. Estamos en otro Plan Primavera, una lavadita de cara, con ácido sulfúrico. No hace falta que les diga que después de aquella primavera no vino ningún verano.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

5 comments

  1. José: Excelente editorial, como siempre. Lamentablemente, la mayoría de los argentinos -y no me refiero solo a los kirchneristas- están de acuerdo y han festejado cuanto dislate le ha presentado el kirchnerismo. A los argentinos les encanta este populismo que nos legó el general en el 45; todos los gobiernos de allí hasta hoy (fueran radicales, peronistas clásicos y los no tanto, los militares y la alianza; etc.) quisieron usar recetas parecidas al peronismo populista, pensando que a ellos si, les iba a funcionar.

  2. “No pienses, sentí” Una y otra vez la coordinadora del grupo insiste con su mantra hipnótico que de tan repetido se convierte en un slogan más. Este a menudo se multiplica entre los supuestos iniciados como la contraseña de su iniciación. Parecería que la nueva cultura- mezcla de pop, zen y New Age- ha devaluado tanto el pensamiento racional que para sentir habría que cortarse la cabeza. Algo en mi se rebela cada vez que escucho lo que parece un mandato mas que un consejo. Pero no dejo de recordar que durante siglos las Iglesias les pidieron a sus fieles que se quiten el sombrero al entrar al templo, aunque más bien intentaban que dejasen sus cabezas afuera también. Los fieles no necesitaban pensar porque recibían, de la palabra revelada de Dios, todas las respuestas necesarias acerca de la vida y su existencia. Al igual que los soldados, los miembros de las sectas, los seguidores de los líderes y los hombres de las corporaciones; los fieles no necesitan pensar. El general, el gurú, el tirano, la organización y el purpurado, piensan por ellos. En el caso de las religiones, ya se ha perdido el prestigio y poder mágico que emanaba de esos templos y sus sacerdotes. Para bien o mal la vida ha perdido su aspecto sacro. Esos mismos pastores y rabinos suelen encomendar a un psicólogo cuando sus fieles acuden con problemas. La ciencia y la tecnología les han quitado mucho poder. Pero aun quedan los charlatanes, los mistificadores y los brujos, siempre disponibles.

    El hombre contemporáneo, a expensas de su nuevo conocimiento científico, desacraliza la vida y esta pierde gran parte de su sentido mágico y sagrado. La perdida del mito y del héroe es también el olvido del origen y el destino, si lo hay. Queda apenas un día a día pequeño, egoísta, asustado y fútil. La visión de una existencia manejada por sogas y poleas descripta por Descartes; sin misterios y con explicaciones para”casi” todo, se transforma en un ir y venir entre el aburrimiento y la excitación, entre el anonimato extremo y la identidad inflada, entre la angustia y la tediosa seguridad.
    La receta “iniciática” que provee hoy la cultura es más bien una programación o un procesamiento para manejar los instrumentos de la civilización actual: científica, lineal, industrial, de producción y consumo. Esta receta esta diseñada para que el individuo absorba el paradigma actual y modele su carácter en aras de convertirse en miembro útil de la supertribu.
    Por otro lado la nueva cultura light provee una serie de formulas o rituales para mimetizar una posible transformación, un transporte, un viaje hacia un estado mas pleno y significativo, sin que esa pseudo iniciación posibilite una verdadera consecución.

    El antagonismo que hoy existe entre pensamiento y el sentimiento seguramente responde al abuso o la exageración que la civilización tecnocrática ha ejercido sobre sus ciudadanos. No hay duda que el siglo IXX y el XX elevo a alturas sublimes el pensamiento racional, el alfabetismo y las ciencias duras. El racionalismo cartesiano con su juego de nombrar y medir, así como la división entre lo material y lo espiritual, se instalo profundamente en la cultura occidental. La reacción no se hizo esperar aunque muy pronto dio paso a cierta rivalidad e intolerancia entre racionalistas y sentimentalistas.

    ¿Pero que se puede decir de este talento casi exclusivo del humano? No hay duda que el pensamiento es un instrumento muy sofisticado aunque tiene ciertas limitaciones y desventajas. El pensamiento divide, fractura, recombina y crea la experiencia. El pensamiento es memoria y palabras. Los grandes logros de la cultura y la civilización tienen su origen en él. A través del lenguaje y posteriormente de la escritura pudimos acumular la experiencia y transmitirla. De hecho, el lector puede en este instante entender y de alguna manera experimentar las ideas que aquí se exponen, gracias a sonidos, símbolos y palabras organizadas y diseñadas para dar sentido a la experiencia. Pero no hay duda que el pensamiento no puede capturar el profundo movimiento de la vida, es demasiado lento. Es como el trueno que viene del rayo: si bien ambos suceden simultáneamente, el sonido-que viaja muchísimo mas lento que la luz- nos llega mas tarde, creando la ilusión de dos hechos separados. El pensamiento crea este tipo divisiones aunque hace posible lo que llamamos experiencia y cultura.

    Las grandes tradiciones relatan en forma de alegoría como, en algún momento el hombre adquirió el talento de pensar. Pero cuando gano el conocimiento se separo de si mismo y abandono definitivamente la seguridad y la certidumbre de la que gozaba en el reino animal. La conciencia de si es algo que los animales solo tienen en estado rudimentario: ellos viven en una inconciencia dichosa. En nuestro caso la conciencia conlleva responsabilidad, hacerse cargo de los actos. Es una carga pesada. Para muchos de nosotros esta “expulsión” del Edén fue una maldición. Desde que abandonamos este estado idílico- que las tradiciones suelen describir como el Paraíso-comenzamos a sentir una sorda desesperación. La conciencia de si creo la moral, la vergüenza y la culpa. El pensamiento fabrico la idea del presente, el pasado y el futuro: nació la idea del tiempo. Con la idea del tiempo avizoramos nuestra propia muerte. La angustia del tiempo finito no nos ha abandonado más.
    El pensamiento y su herramienta mas preciada, la palabra, ha construido pirámides, ha derribado imperios, ha cruzado océanos y ha separado razas y civilizaciones. Fue Aristóteles quien describió las tres fases del pensamiento: intelectus, ratio, intelectus. Hoy diríamos que la primera fase es el “insight” creativo, el vislumbre de una verdad. La segunda fase, ratio, es el corte, la disección, la racionalización propiamente dicha. Una última fase es el compendio de las dos primeras y su incorporación: podría expresarse como una síntesis o profunda comprensión. Esa comprensión por si misma tendría por objetivo cerrar el proceso de pensar y liberar así la mente. La cultura griega baso su poderío en la ascendencia de Logos, la palabra y Metron, la medida. Si bien los griegos, en su sabiduría, habían creado además el concepto de Arete- la virtud y el necesario equilibrio- este fue pronto opacado por el poderío de nombrar y medir.

    Como en todas las áreas de la vida las ganancias tienen costos y perdidas. Hay un compromiso entre las ventajas otorgadas y el precio a pagar. Una vez que el pensamiento arranco, ya no se detuvo. De día y de noche, en vigilia y en el sueño, en salud y enfermedad, ese discurso interior que nombra, mide y compara nos comenzó a abrumar. Hasta nuestros días lo sigue haciendo. A veces quisiéramos arrancarnos la cabeza para no pensar.

    El ser humano, cuanto más ilustrado y más viejo, acumula más pensamiento y más experiencia. El pensamiento, que es memoria en palabras, se asemeja a un curso de agua: sigue el camino ya trazado por la corriente. Un arroyo difícilmente se desvíe de su curso salvo grandes obstáculos o movimientos de tierra. Al pensamiento le sucede algo parecido. Las primeras experiencias producen huellas o grabaciones que obligan a repetirse una y otra vez. Con el tiempo la vida comienza a parecernos repetida, nos aburre. Decimos que los locos están “rayados” porque no pueden salirse de su pensamiento recurrente. Pero probablemente existen diferentes grados de locura. ¿Acaso no padecemos nosotros una especie de locura menor en nuestro eterno discurso interior tan difícil de detener?
    Existen variadas técnicas para suspender o al menos ralentizar el pensamiento. Escribir ayuda, la acción intensa lo apacigua, la respiración profunda lo detiene y a menudo la concentración o la atención intensa lo trascienden. ¿Pero será necesario renunciar al pensamiento para pacificar la mente?

    A través de drogas, posturas corporales, cambios en la respiración, meditación, concentración y las más variadas técnicas, la humanidad desde siempre ha intentado suspenderlo, agudizarlo, transformarlo, trascenderlo. Pero el pensamiento es el yo. Interferimos con el pensamiento y el yo a nuestro exclusivo riesgo. Porque el ego es una entidad muy compleja y sutil. Su naturaleza es desconcertante. Podría describirse como un enigma. De hecho le damos nombre a una entidad que no tiene ubicación física ni siquiera realidad material. Nuestra cultura ubica el yo en la cabeza- lo más alto del individuo- probablemente como un tributo a la cultura griega o a Darwin. Otras culturas lo hacen en otros lugares del cuerpo, como el plexo solar o el abdomen. Como sea y a los efectos de comunicarnos, entre nosotros y con nosotros mismos, creamos una entidad, una abstracción, una ilusión pero poderosa al fin. Además no es una sola sino muchas entidades. Podría decirse que somos poli psíquicos. Varios egos están haciendo cola para manejarnos.

    La lucha con el ego es la lucha con uno mismo. Pero esa lucha nos divide aun más. Es más de lo mismo: la misma medicina, el mismo veneno. Intentar reprimirlo lo instala más profundamente. Enterrado en el inconciente es aun más poderoso. Finalmente la sublimación intenta que el ego se identifique con algo más grande y se diluya: una religión, una nación, una ideología, o al menos un cuadro de futbol. Pero en la identificación con algo elevado, sea Dios, una bandera o un símbolo, lo entroniza, le da dignidad, se agranda. El ego aun es soberano.
    Demás esta decir que toda esta conceptualización del yo es semántica pura. Las limitaciones del lenguaje no alcanzan para comprender su complejidad. De hecho se presta a contradicciones lingüísticas. Pero el acercamiento intelectual aporta algunas ventajas. Una de ellas es obtener cierta perspectiva

    El individuo es pensamiento. La sensación es pensamiento. La imagen es pensamiento. Sin pensamiento no hay quien le otorgue sentido a la experiencia. El pensamiento sufre por su pensamiento. El pensamiento sabe de su muerte, la anhela y a la vez le huye. Esa angustia lo lleva al individuo a buscar algún tipo de alivio: liberarse del pensamiento. ¿No será que es la misma desesperación la que le produce el sufrimiento? Hay quienes propugnan, a sabiendas o no tanto, un regreso a un estado de mente anterior. Encontrar descanso y solaz en lo primitivo, lo salvaje, en la emocionalidad: buscar la inocencia perdida del niño, la inconciencia, el renunciamiento, dejarse llevar o finalmente retirase del juego son alguna de las recetas a mano.¿Pero es que podemos hacer algo al respecto?

    Sostuve mas arriba que interferimos con esta problemática a nuestro propio riesgo ya que esta entidad es de gran complejidad y sutileza. Podemos juguetear con ella como el aprendiz de brujo, pero seguramente es un trabajo de expertos. Lamentablemente no hay garantías ni certificados sobre ellos. Es muy difícil separar a los expertos de los charlatanes. ¿Alcanzara con la receta que invita a no pensar y solo sentir, tal como sugieren los iniciados de la Era de Acuario?
    No es tarea tan sencilla ya que el pensamiento es en primera instancia el que crea esta división artificial. No hay tal cosa como pensamiento puro o sentimiento puro. Es una abstracción sin realidad: tan solo es una expresión util para comunicarnos. De hecho el pensamiento y la palabra nos han sido y aun son de gran utilidad práctica. El problema empezó cuando esos talentos nos hicieron creer que el universo existía para nuestro exclusive disfrute. Sumado a eso inventamos la opinión, el juicio, la moral: eso nos llevo a inventar el “como” vivir con sus dilemas y contradicciones. Finalmente necesitamos inventar un estado utópico donde ese conflicto no exista, donde el talento no tenga costo, ni dolor. Pocos nos preguntamos si tal conflicto es evitable.

    Eugenia se sienta en la mesa y yo la invito a un café. “Cortado por favor, sin azúcar. ¿Tiene stevia? Le pregunta al mozo. Ella es vivaz en sus ademanes y tiene una risa franca. Tal vez ahora esta algo cohibida porque yo la miro fijamente. Mientras toma el café a sorbitos comienza a hablar. No para de hacerlo durante un largo rato. Yo asiento con la cabeza a sus elucubraciones. Su entusiasmo va en crescendo. Yo la escucho con sumo interés. Pero debo decir que mas que su discurso me embeleco con su gesticulación, como mueve le cabeza, como le brillan los ojos. Su ardor hace que se le note una pequeña transpiración que con el reflejo del sol muestra un diminuto vello rubio bajo la nariz. Arranca con ángeles caídos, vidas pasadas, maestros escondidos y videntes encontrados. Cuenta como Santa Teresa de Jesús fue penetrada una y otra vez por la espada del fuego divino y luego yació en la cama tras alcanzar el éxtasis final. De la Santa pasa a Saint Germain, al Tarot y a la Cabala y de allí al cristianismo esotérico. De pronto se termina su energía y como el conejo de la propaganda se le termina la pila. Quedamos en silencio, agotados los dos. Mientras enciendo otro cigarrillo no dejo de preguntarme si el entusiasmo y exaltación que denota hacia sus creencias, antes de compartirlas conmigo, no están más bien dirigidas a reforzárselas a si misma. No puedo dejar de recordar la frase “El que prueba, conoce. El que solo cree que prueba, no dejara a nadie en paz”. Las creencias necesitan, una y otra vez, ser reforzadas, confirmadas. La creencia sin verificación racional es un dogma. El dogma no se cuestiona, se acepta. La posterior evangelización de los“infieles”sirve como refuerzo.

    Relajarse, adormecerse, entregarse a la sensación, al sentimiento han sido las recetas bien probadas para el confort psicológico. Los sacerdotes de las Iglesias institucionalizadas, los políticos demagogos, aun ciertas filosofías y escuelas psicológicas han conseguido drogar las mentes de sus seguidores con dosis de paciencia y esperanza. Prometen algo en un futuro lejano, o en otra vida. No pensar demasiado, sin duda puede calmarnos en este valle de lagrimas pero difícilmente lo transforme ni nos trasforme. De hecho las transformaciones suelen ocurrir donde hay conflicto, tensión, incertidumbre. El pensamiento enfrentado a la dualidad e impermanencia de la vida produce estas tensiones.

    La orientación”espiritual” de Occidente, hoy tiende a privilegiar la concepción oriental, especialmente aquella venida de la India. Esta filosofía es esencialmente contemplativa, paciente: el ejemplo mas utilizado por los occidentales es el la idea del karma. La excesiva simplificación y el fanatismo sobre esta ideología puede crear una sociedad inmóvil: el presente es culpa del pasado y lo único que puede hacerse es soportarlo. Nadie duda que la India haya producido santos y sabios por docenas, pero muy pocos rebeldes o revolucionarios. Solo las tres grandes religiones originadas en Medio Oriente- el judaísmo, el cristianismo y el islamismo-han producido profetas. Moisés, Cristo y Mahoma eran rebeldes y revolucionarios y la civilización occidental, lo sepa o no, es la heredera de esa rebelión.
    ¿Pero acaso el individuo humano no es el heredero de Aquel primero que se atrevió? Adán fue quien atravesó peligros e incertidumbre, que acepto y saco provecho de su nuevo talento pensante y su conciencia incipiente.

    Conciencia es hoy una palabra vulgarizada, extendida y abusada. Denota muchas cosas que podrían ser distintas y de distintos grados. El celebre pensador occidental Teilhard de Chardin sostenía que la evolución de la conciencia consta de tres etapas. La primera es la de la conciencia simple “inocente”. Esta conciencia no posee dualidad y por lo tanto no hay dialogo ni debate. Por consiguiente no hay posibilidad de conflicto. La segunda conciencia es mas evolucionada e implica conflicto. De hecho evoluciona a través de él. La fricción del conflicto genera una energía. De la misma manera en que los órganos nuevos nacen por presión de la necesidad, esa energía busca su realización. Esta segunda conciencia por fuerza debe ser esquizofrénica ya que existen varias voces. Hegel denomina a este dialogo el proceso dialéctico. La tesis creando la antitesis y la síntesis. Esta conciencia que Chardin denomina “concentrativa” es paradójica. El individuo ha perdido la unidad inocente y ahora solo tiene la duda. Este caos pide por una entidad interior que ponga orden. El ego es un intento de unidad artificial. Nace un gobierno interior, un censor, un tirano. Pronto son varios tiranos que se traspasan el mando. Pero también nace de esta conciencia dividida el necesario distanciamiento: nace la perspectiva, la disciplina y la ciencia. La tercera etapa Chardin la denomino “directiva”. En ella el yo se unifica y trasciende su función. Desde allí se dirige a un objetivo evolutivo posible. Es una flecha de virtud disparada por el arco en una trayectoria recta infinita.

    Los críticos de la visión de Chardin sostienen que esta comulga con la forma occidental de ver la vida: lineal, recta, de causa y efecto visible. Es la geometría de Euclides unida a la obsesión dirigida y proactiva de la sociedad industrial. En la existencia no existe algo semejante a la línea recta. Es solo una abstracción matemática. Incluso hablar de dirección es ilusorio. Mircea Eliada , en su libro “Muerte e Iniciación mística” añade una paradoja al viaje interior. La ascensión al Cielo y el descenso al Infierno son dos caras de la misma moneda: ambas pretenden la trascendencia de la conciencia humana ordinaria.

    La filosofía oriental en su apreciación del movimiento conciente, opta, mas bien por una figura circular. Para ella la naturaleza, las estaciones del año, las estrellas, la vida misma se mueve en círculo. Utiliza la imagen de una conciencia una y otra vez dormida y una y otra vez despertada. La nueva ciencia moderna le da una vuelta de tuerca mas a esta imaginaría evolutiva al descubrir la doble helix del ADN en una espiral ascendente. A diferencia del círculo, en la espiral se pasa por el mismo punto aunque en un plano más elevado. Pero las tres versiones, la lineal occidental cristiana, la circular oriental y la espiral científica coinciden en que hay un punto de contacto sutil entre la conciencia primitiva y el punto más alto de la conciencia.
    La conciencia del niño es similar a la del hombre sabio, pero a la vez son muy distintas. Los extremos se tocan y en esa línea podríamos descubrir que la sonrisa permanente del idiota y la del Buda se confunden. Tampoco esta claro la diferencia entre el hombre iluminado y el psicótico. La distinción esta en los planos y los grados. El estado de inocencia del niño, que podríamos llamarse natural, no es igual al del hombre sabio que es un estado de realización. El ojo inocente del niño nada ve, el sabio ilumina la unidad de todo en si mismo.

    No hay dudas que Occidente ha recibido una orientación tal que el individuo se ve a si mismo como una persona autónoma, lucida, racional y que gracias a la influencia de la Iglesia heredo un concepto pecaminoso que le llevo a separar el cuerpo de la mente, privilegiando ésta ultima. Pero esa misma racionalización le hizo creer que el pensamiento y el sentimiento están desvinculados: viven en casas separadas. Los intentos de corregir esta dicotomía a menudo toman formas grotescas. Generalmente imbuidas de una infatuación sentimental, intolerante y discriminadora; muchos ejercicios del circo New Age que propugnan un dejarse ir o una fresca espontaneidad, fuerzan a los participantes de esos encuentros para el desarrollo interior a simular sentimientos o emociones que nos son genuinas. Es asombroso ver personas que, a la orden del instructor, entran automáticamente en lo que asemeja a un estado de trance. Salvo excepciones siempre me ha parecido una actuación voluntariosa inducida. Al poco rato suelen revelar y compartir con sus compañeros lo que imaginan que es una bendición esotérica, la Kundalini disparada o tal vez una regresión a sus vidas pasadas donde su anterior personalidad nunca es menos que Cleopatra, o Napoleón o cuando menos un águila o un león.

    En esos circuitos es notorio el énfasis que existe contra la personalidad individualidad y la racionalidad, como si ésta fuera la encarnación del diablo. No dudo que la personalidad centrada exclusivamente en el yo, o inflada más allá de lo conveniente, es un gran defecto en nuestra cultura occidental, aunque a menudo esa obsesión con la propia persona esta disfrazada en la vana superioridad de la búsqueda interior. ¿Pero acaso la auto humillación que suele observarse en esos talleres de desarrollo personal no es algo aun peor?

    Algunas tradiciones contemplativas sostienen que tan solo con observar el pensamiento, el discurso del ego, su movimiento; sin juzgar, sin intentar cambiarlo, puede liberarnos de su vampirismo. Solo se necesita ver sus juegos, sus repeticiones, su actividad mecánica. Observar no es hacer, no es luchar, ni reprimir ni sublimar. Observar es estar despierto y atento. Es un estado meditativo y sin reacción. Es estar presente y vivo. Podemos observar cuantas veces por hora, utilizamos la palabra yo, como lo recreamos a cada minuto. Como lo alimentamos, como amamos sus penas, sus dolores. Como los cuidamos y nos regodeamos en ellos, como los atendemos y regamos. El yo esta en cada uno de nuestros pensamientos, en nuestro lenguaje, en nuestra forma de ver el mundo y la vida.¿Pero podremos vivir sin pensamiento, sin yo? ¿No será la quietud absoluta de la mente la muerte? ¿Acaso la búsqueda de la libertad del yo no será otro truco creado por el pensamiento? ¿Deberemos renunciar a comprender la vida a través del pensamiento pero aprovecharlo para obtener una perspectiva más amplia? ¿Existirá un yo más profundo, mas autentico que la mascara cotidiana?

    En la visión de los grandes pensadores de la humanidad una persona evolucionada no ha “matado” su personalidad individual ni prescinde de su talento racional. El ha transformado su personalidad en algo más, no algo menos. No reniega de ella, ni de sus atributos pensantes, especialmente del sentido común. Ese individuo ha desarrollado una visión trascendente y no por ello cae en una disolución de la personalidad. Hoy somos testigos de muchos occidentales, en contacto con la sabiduría oriental, entrar en orbitas salvajes de comportamiento, fantasías paranoides y estados cercanos a la esquizofrenia, todo en nombre de una supuesta liberación interior. La conciencia y la individualidad tienen una hermandad común. Pero solo la conciencia propia es conciencia. Si es impuesta es condicionamiento. El condicionamiento atenta contra la individualidad.
    Parecería que están tan confundidos aquellos que interpretan o conceptualizan el estado de iluminación como el triunfo de la fantasía sobre la realidad; como aquellos que lo reducen a una regresión prenatal, incluso a un recupero de la unidad materno- infantil de omnipotencia y gratificación. Por el contrario, la personalidad evolucionada tiende a ser madura, conciente, sobria y equilibrada, nada menos. Su visión incorpora, conjuga y trasciende lo racional y lo emocional, si puede así expresarse.
    Se cuenta esta anécdota de un encuentro entre dos grandes figuras de la antigüedad. Uno era un famoso hombre de ciencia de la época, el otro un hombre de limitada erudición, aunque de gran sabiduría. Entre ellos, sin haberse conocido previamente, se produjo un reconocimiento instantáneo. Mas tarde los discípulos del hombre ilustrado le pidieron algún comentario acerca del encuentro. El solo dijo;” Lo que yo se, él lo ve. Lo que él ve, yo lo se”.

    Hasta aquí nos hemos aventurado en algunas ideas acerca del pensamiento. He sugerido que podría ser arbitraria o falsa la división que hacemos entre pensamiento y sentimiento. Si el pensamiento produce el yo y el individuo es a la vez producto de la cultura seria interesante explorar esta relación. Seria interesante además abordar la dinámica del cerebro humano a la luz de las últimas investigaciones de la ciencia neurobiológica. Nos sorprenderá comprobar como este órgano especializado es más complejo de lo que habíamos imaginado. Tal vez ello nos enfrente con el hecho que somos menos racionales de lo que nos gusta creer. Pero por el momento aquí solo quisiera explorar algunas características del animal pensante que somos y la sociedad que ha devenido de él.

    Tanto si optamos por la versión de Rousseau acerca del hombre primitivo vagando en paz y armonía por los bosques, como la versión anterior de Hobbes que concibe al individuo en perpetua guerra uno con el otro, siempre estas versiones concluyen introduciendo al humano dentro de un contexto social: la sociedad finalmente es la cuna del individuo. Según esta visión el orden social, con sus reglas y mandatos, con sus jerarquías y territorios, sus competencias y cooperación, ha sido la forma evolutiva que ha elegido la naturaleza para moldear a la humanidad. Pero nuestro pasado animal es parte del contenido de ese orden social y el individuo actual es producto de ese pasado: no puede sustraerse a él. En ese sentido no debemos olvidar que apenas somos un experimento de la evolución. No hay duda que el animal humano se ha elevado por encima de sus compañeros animales. Lo que esta en duda es cuanto: tal vez no demasiado.

    Es notorio que la mayoría de las civilizaciones han tenido bastante éxito en domesticar esta porción animal que llevamos dentro. Los padres y educadores nos tomamos mucho trabajo en marcar límites a la innata agresividad y asertividad de nuestros niños, para encaminarlos a vivir en sociedad. Los mandatos religiosos y las leyes sociales coartan nuestras libertades en aras de una necesaria convivencia. Pero la cultura y la educación han obviado o han dejado de lado la canalización o sublimación de algunas energías emocionales primitivas, de tanto o más poder que las arriba mencionadas. Me refiero a aquellas emociones sociales que podrían definirse como trascendentes o integrativas. El numero de victimas relacionadas con los crímenes pasionales hechas por individuos en cualquier periodo de la historia, resultan insignificantes comparada con la masa de hombres y mujeres que han sido victimas de su ciega devoción, alegremente sacrificadas en aras de una ideología, una religión, un líder o un sistema político. Las dos Grandes Guerras y las pequeñas dan fe de esta locura demencial que remite a un potencial primitivo del animal humano.
    Esta observación contradice y va a contramano del espíritu de nuestra época que denuncia al individuo egoísta como el depositario de la maldad ultima y que glorifica aquellas cualidades enraizadas en el sacrificio social, la dedicación abnegada a ideologías o sistemas, la fanática obsesión y la ciega integración con el rebaño.

    Para reprimir la individualidad hemos erigido estados monolíticos que imitan gigantescos hormigueros. Estos estados necesariamente deben forzar la conformidad a través de leyes severas y fuerzas policiales que las hagan cumplir. Asimismo hemos creado organizaciones que procuran disminuir al máximo el rol que pueda jugar el individuo dentro de ellas. Estas han logrado reducir todo lo posible aquella dignidad e independencia que el hombre supo obtener y sentir cuando pudo sustraerse a la obligada cooperación de la banda de primitivos cazadores y sentir el poder individual que le otorgo el uso de su arco y flecha.

    ¿Pero acaso no ha sido el individuo que ha creado la civilización en conjunto con otros individuos? Si bien el nos ha dado la locura ambiciosa de un Hitler, la negrura de un Dostoievsky, la tiranía de un Julio Cesar, también nos ha brindado los poemas de Shakespeare, las anticipaciones de Leonardo Da Vinci, las nostalgias de Proust, los frescos de Miguel Ángel y los delicias de Beethoven. Es el individuo y solo él quien nos ha legado las maravillas y los horrores de la civilización. ¿Y yo me pregunto si quedara sobre la Tierra, de aquí a mil años – si no nos hemos extinguido antes- algún recuerdo de IBM, Ford Motors o Monsanto, así como cualquiera de las gigantes corporaciones; o la historia seguirá recordando a un Einstein, un Pasteur, un Kennedy, un Luther King o una Madre Teresa?

    No tengo dudas que como individuos siempre deberemos renunciar a ciertas libertades en aras de la convivencia en sociedad. El equilibrio entre el desorden creativo individual y el necesario orden social es frágil y sutil: el péndulo una y otra vez se desliza entre los extremos. Pero parecería que el individuo y la sociedad toda deberán estar atentos a las tentaciones que proveen las emociones primitivas que surgen cuando el individuo se funde con el rebaño y luego se confunde en el. Allí el individuo puede felizmente descargarse por un rato de sus inhibiciones civilizadas. Se convierte en una oportunidad para aflojar el corsé de la hipocresía y el acartonamiento social: una oportunidad para deshacerse de la racionalidad y liberarse de su yo mismo, anhelante y sufriente. Esa felicidad que deviene de sumergirse en la muchedumbre y perder así su responsabilidad individual es bien aprovechada por los lideres, las religiones, las tiranías, las sectas y las grandes organizaciones.
    El rebaño, exaltado por una ideología, un símbolo, una religión, aun con los colores de un cuadro de futbol, se pone en marcha. Ahora es una marea humana, una muchedumbre, una multitud descontrolada. El idioma de la multitud, sus rituales, cánticos, consignas, pancartas y tambores remiten a primitivas pulsiones. Estas se agigantan con el ejercicio de la rivalidad y la adhesión a un símbolo: aunque da lo mismo una cruz que una swástica. Lo único que importa es que haya un enemigo a quien enfrentar. Capitalismo-comunismo, fieles o infieles, credos o ideologías, razas, límites territoriales, banderas: cualquier diferencia sirve para crear oposición. Una muchedumbre trasciende sus líderes, es una multitud de-mentes que convergen en una sola gran mente. Ella se mueve al ritmo de tambores y gritos que vienen de las profundidades del ser humano; replica los rituales de la banda de cazadores y los guerreros antes de entrar en batalla. Son antiguas voces y sonidos que llenan de calor y adrenalina a los integrantes de la multitud. En ella ninguna voz disidente puede alzarse, so pena de ser linchado de inmediato. Sin embargo es el sonido del clarín y no los tambores que anuncia la entrada y la ascendencia del individuo. El se despega de la muchedumbre y reivindica su unicidad.

    La sociedad suele sufrir por la violencia que se oculta en las multitudes y por eso le teme a la muchedumbre. Con la muchedumbre no puede razonarse, tan solo intentar apaciguarla. La muchedumbre no razona y por lo tanto no puede aprender, su acaloramiento primitivo no lo permite. Solo el individuo lo puede hacer. El puede aprender a domesticar o controlar en alguna medida las primitivas pulsiones que aun llevamos dentro. Son también parte de nuestra herencia y demandan su satisfacción pero si no se “administran” la violencia finalmente destruye el contrato social. En algún lugar el individuo presiente que no puede vivir sin sus semejantes. Ningún individuo es una isla.

    ¿Pero no deberá también la sociedad aprender a reconocer la importancia del individuo y su necesaria cuota de libertad e independencia? ¿No deberá encontrar la manera de llegar a un compromiso entre el orden necesario y el necesario desorden? En nuestras organizaciones industriales, en las granjas colectivas, en nuestras iglesias y en nuestros sistemas de gobierno, deberemos renunciar a la ideología de la uniformidad. Deberemos dejar de soñar con un futuro donde todos seremos iguales, procesados por un único sistema, medidos por la misma vara, rateados por el mismo molde. ¿Podremos aceptar con alegría la desigualdad innata de los individuos y sacar el mejor partido de ella? ¿Podremos finalmente aceptar que el individuo- cada uno de nosotros-es único e irremplazable y que necesita, como todos su lugar bajo el sol? Los jóvenes de cada generación, lo sepan o no, piden y protestan por ello.

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