La medición fascista de las marchas

Muchas miles de personas protestaron nuevamente este jueves contra el gobierno pidiendo libertad, justicia y respeto. Ya conocemos la forma en que el oficialismo trata a los disidentes, para ellos son “no personas” y enemigos. Con ese solo recurso manipulan el efecto con ayuda de sus contrincantes, porque a pesar de que solo algunos se reconocen peronistas, son tantos los que razonan como tales dentro como fuera de ese conglomerado, por llamarlo de alguna manera.

La legitimidad de una protesta está en su contenido, no en su número. Y el número no tiene que compararse con movimientos de masas fascistas. Ese número impresiona a veces pero no cambia en nada el valor del reclamo. Quienes rechazaron la presencia de la presidente en Rosario interpretando que hacía campaña con la desgracia ajena, fueron muchos menos que los que estuvieron en la marcha del #8A. Ni hablar de los Qom o de las mismísimas madres de Plaza de Mayo si se quiere. Ningún partido político es capaz de reunir a tanta gente de modo voluntario ni lo ha intentado y por eso es que este movimiento se inició.

Ha ganado la mentalidad de que si no se alcanza a formar una marea humana impersonal que tape todos los blancos en la calle la protesta no importa, que tiene menos valor que la opinión de un solo columnista que sentenciará desde un pedestal cuándo la gente que se queja tiene que ser escuchada y cuando burlada. Esa visión fascista supone que el estado autoritario está habilitado para fagocitar a cualquiera que sin recursos públicos no pueda igualarlo a él mismo cuando reúne multitudes de esclavos modernos, carne de cañón del clientelismo a los que obliga a aplaudir a su líder aunque no le entiendan una palabra. Las minorías serán entonces ignoradas, los diarios no se ocuparán de los problemas que señalan estos ciudadanos y se sentirán débiles frente al gobierno que tiene camiones que pueden llenar de ganado. Y cuando alcanzan al número suficiente según esta visión ¿qué cambia para los comentaristas? Nada, por lo tanto lo que se diga de la marcha no puede ser un objetivo.

Por eso cuando me dicen que el problema de la Argentina es el peronismo a esta altura del partido me río, porque el peronismo explícito no es nada, lo abrumador es el peronismo que no se considera tal, ese espíritu fascista como señaló Oriana Falacci en su momento que se ha extendido mucho más allá de un partido. Casi todos los políticos son peronistas, incluidos muchos antiperonistas, los medios, los intelectuales, la gente que comenta en la calle. Todos quieren competir por cantidades de ovejas entre pastores grandes y comerse a los chicos, todos veneran al estado asesino, ladrón y mentiroso que tenemos, todos quieren esperar algún movimiento exitoso al cuál adherir sin correr riesgos para hacerse del estado, todos buscan “oligarcas” o a la “derecha” para ponerlos fuera de su espectro y considerarlos no ciudadanos y a ellos mismos dentro del “campo popular” donde hay derecho a ser. Todos se callan ante el poder, hablan con medias tintas y son intolerantes ante la honestidad a la que ni siquiera saben reconocer. Por eso la división relevante no es entre peronistas y anti peronistas o no peronistas, sino entre quienes veneran al estado, a la masividad y a la santa recaudación y quienes como la constitución creen en la protección del individuo, su libertad y su propiedad.

De toda la gente que fue a esta sucesión de protestas la más valiosa es la que siguió siendo consecuente. Merecen respeto como luchadores, como gente que no se rinde ni se agacha, como muchas otras minorías o, más que eso, como muchos individuos que en soledad a lo largo de la historia supieron gritar por los crímenes de los que el resto de sus conciudadanos habían elegido ser cómplices.

El problema sería que quienes protesten estén pendientes de la aceptación por parte del gobierno. El oficialismo no es un victimario inadvertido o inconsciente al cual hacer reflexionar. Ese sería un grave error de diagnóstico. Como lo es el de la oposición cómoda con cargos y viajes, que se pone en espectadora a ver si otro hace su trabajo y enseguida encuentra un motivo para no estar. El asunto de qué más hacer es de ellos, las ovejas pueden seguir comiendo pasto o simular no ser ovejas criticando a los luchadores.

La legitimidad no está en el número sino en la causa. La gente de las marchas pide la aplicación de la Constitución, la vigencia de la ley en lugar de el capricho y el grito. Al gobierno no le interesa y buena parte de la oposición está esperando tener la oportunidad de llevar adelante sus propios caprichos aunque sea sin gritos. Pero por más que todos quieran mirar para otro lado el país no está resuelto porque no hay paz. Sin ley no hay paz, estamos en un enfrentamiento de fondo que nada tiene que ver con que nos tratemos dulcemente. Si son pocos los que se preocupan por eso, la vergüenza la debe sentir el resto, no ellos.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

10 comments

  1. GENIAL!
    UNA AMIGA, Y ACTIVA PARTICIPANTE DE LAS MARCHAS PUBLICO ESTO………ME SACO EL SOMBRERO!
    GENIA GABRIELA DIAZ!

    "#8A LA MAS IMPORTANTE DE TODAS.

    La que hicimos contra todo y a pesar de todo. La que los políticos, (que ya volvieron a repartir sus cartas) se negaron a apoyar, y los medios (que ya escogieron a su nuevo benefactor) quisieron desarticular. La marcha de ayer fue a mi juicio la más importante de todas. Y también la más nuestra.

    Ayer nació una nueva confianza. Los que estuvimos ayer sabemos que estaremos siempre, pase lo que pase. Porque no nos debemos a nadie. Porque nadie nos manda. Porque no esperamos un guiño del poder para salir a decir lo nuestro. A los que estuvimos ayer nadie nos paga, nadie nos promete cargos, nadie nos patrocina.

    5303 es el número en el que quiero que nos concentremos:

    3 generales, 28 jefes, 207 oficiales, 15 empleados civiles, 3778 soldados de tropa (formado por una mayoría de soldados negros y mulatos, más de la mitad esclavos libertos, 1200 milicianos montados, 120 barreteros de minas, 25 baquianos, 47 miembros de sanidad. Esta es la composicion del Ejército que conformó el General San Martín para cruzar la Cordillera y liberar América.

    Ayer la memoria del General San Martín fue honrada por todos los ciudadanos, que salimos a la calle a defender esa libertad y esa Patria por la que él luchó.

    Nadie abrigue la menor duda que cada uno de los que anoche dijimos "presente" hubiéramos tenido un lugar en en ese Ejército.

    5303 valientes alcanzan cuando la convicción los mueve. No importa "cuántos" importa "quiénes"COPIADO.

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