Ningún pueblo tiene comandante

Hace mucho que insisto en la necesidad de reconocer al autoritarismo ejercido en nombre de las urnas en una forma poco original de dictadura. El problema no es la palabra, sino que no se quiere aceptar que estos sistemas políticos están basados en el sometimiento popular y no en su voluntad.
Una de las cosas más curiosas del espectáculo que nos ofrece el largo funeral de estado de Hugo Chávez es la pretensión de demostrar el carácter democrático de su legado con muestras de devoción casi esclava por parte de sus indefensos seguidores. Gente que ha dependido de él para subsistir, exhibida como argumento de que en el ejercicio de su adoración no son siervos de la gleba sino ciudadanos racionales arquetípicos de la polis griega ejerciendo su soberanía.
Los paradigmas de la democracia y de un criadero de aves de corral no encajan, se oponen.
Quién de hecho ocupa el lugar del poder ejecutivo en Venezuela es en realidad un heredero que trata de mantener su posición convirtiendo en dios a su antecesor y utilizando su cuerpo embalsamado como símbolo de continuidad, en una imitación expresa de otros dictadores que jamás pretendieron ser democráticos.
Si somos soberanos lo somos todo el tiempo, pero si no caminamos por la calle sin temer, si estamos explicándole a los que suponíamos nuestros empleados del sector público qué hacemos, qué compramos y a qué precio, si les mostramos las valijas y nos pueden revolver la ropa interior, pues somos unos soberanos de pacotilla, unos pobres monigotes de los que nuestros súbditos tiranizandonos no pueden hacer otra cosa que reirse.
Como en la Argentina donde tenemos un 46% que nos dicen que se tiene que callar la boca, obedecer sin chistar y pagar los impuestos mientras los apalean y un 54% mendicante que debe amar a su líder, defenderla de cualquier cosa que haga, apoyar sus caprichos del día, recordar con ceguera moral e histórica a su marido fallecido, declararse “soldados para la revolución”, todo eso en nombre del principio de que el que manda es el pueblo.
¿Cuál parte es el pueblo democrático? ¿Quiénes son los soberanos?
El 46% seguro que no, nos lo explican ellos mismos. Pero el 54%, menos aún haciendo la venia en lugar de dar las órdenes. El resultado de esta democracia sin pueblo, en el que el 100% como dueño ha desaparecido, es que el supuesto soberano es el que se agacha. El insumo más barato del régimen porque cualquier grupo organizado obtiene ventajas a su costa.
Ni hablar en Venezuela donde el supuesto demócrata era llamado “comandante”, como lo empiezan a denominar también sus admiradores kirchneristas, esperando en algún momento ser la corte de un orden político similar.
Que inútil el esfuerzo de convencer que son la expresión misma de una voluntad popular cuando el pueblo es tan disminuido como para ser mostrado besando anillos. En una democracia de cualquier libro los gobernantes están a los pies de los ciudadanos soberanos, el espectáculo que están mostrando es precisamente lo opuesto.
En el momento más oportuno el ex presidente de Ecuador Rafael Hurtado publicó su libro  “Dictaduras del siglo XXI” que sostiene el mismo punto acerca de la falsificación de la legalidad democrática por parte de estos sistemas. Me voy sintiendo menos solo entonces. En sus palabras:
“Este modelo de acceder al poder a través de las instituciones democráticas, para luego la conducción de un caudillo, desconocerlas, manipularlas e instalar gobiernos autocráticos y formas disimuladas de dictadura, no es un invento de Hugo Chavez y sus seguidores que se limitaron a darle un toque latinoamericano. Su origen es bastante más antiguo. Se remonta a la segunda y tercera décadas del siglo XX y fue concebido e implantado por el Duche Benito Musolini en Italia y el Führer Adolfo Hitler en Alemania, con la ayuda de los partidos fascista y nazi”
Tanta gente encima, sobre todo entre los devotos en medio de su devoción, hacen uso del término fascista mientras son instrumento de un fascismo redivivo, que es necesario aclarar que este sistema no tiene libro sagrado, acá no hay una doctrina o un paraíso al que nos están conduciendo cortando cabezas. Es una mesa de saldos donde caben consignas panfletarias, íconos y héroes del comnismo, del nazismo, del fascismo, la macumba, la música bailantera y el rock and roll. Por eso están juntos en un mismo club todos los antiliberales del siglo XXI con la teocracia terrorista incluída, porque como decía George Orwell “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

6 comments

  1. Se van a matar entre ellos, pero como siempre, se van a llevar puestos a varios de nosotros mientras tanto.

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