Epica distribucionista vs realidad y justicia

En mi anterior artículo “La distribución de la riqueza no vale nada” hablé de la imposibilidad de vivir bajo la idea de la distribución sin comprometer la fuente que genera la riqueza, que no es un cúmulo de bienes existentes sino algo que debe ser creado hoy y continuar siendo creado mañana. Y de como bajo el dogma Montaigne la idea de que los pobres son pobres porque los ricos son ricos se ha apoderado de la sociedad argentina.
Tres siglos después de que Michel de Montaigne desarrollara esa idea, Karl Marx creó la noción de la plusvalía apoyándose en la teoría del valor de Adam Smith, para quién las mercaderías se cotizaban de acuerdo al trabajo invertido en ellas. Si esa era la explicación del valor, entonces el empresario se quedaba con la diferencia entre lo que aportaban sus empleados, la verdadera riqueza, y el precio de venta de sus productos; es decir la plusvalía.
Todo el edificio marxista se cae por ese error, Adam Smith estaba equivocado. Los escolásticos antes qué él comprendieron mucho mejor la cuestión y el desarrollo posterior de la economía dejó la idea del valor trabajo. Un teléfono celular hecho por mi, que llevaría una mucha mayor cantidad de tiempo que la que le tomaría a un experto, no valdría más que el que uno fabricado por cualquier marca conocida. Lo mismo pasaría con cosas más sencillas, como la ropa que visto o el cuaderno en el que tomo mis apuntes. El valor es anterior al trabajo puesto para producir un bien. El empresario es el que supone los precios a los que va a vender, considera el de los factores que va a utilizar y los combina, descubriendo un negocio que satisface al mercado. Muchas veces se equivoca y paga por ello, pero es más fácil enterarse de las historias exitosas. Incurre en riesgos y asume costos sin la certeza de que su especulación inicial se corroborará. Paga el salario de quienes contrata y los bienes de capital para multiplicar la productividad del esfuerzo. Los empresarios crean algo que vale más que la suma de los factores utilizados.
Si Marx tuviera razón los empleados harían solos sus empresas y harían desaparecer del mercado al empresario “explotador”. El carácter de empresario no se adquiere por nacimiento, cualquiera que organice factores de la producción es un empresario. Otro error marxista y del pensamiento meramente izquierdista de la actualidad es el capitalismo no existen castas, hay igualdad ante la ley. Empresario u obrero son funciones móviles, no posiciones determinadas por ley. No hay clases.
La idea del valor de Adam Smith y la conclusión marxista, no explicarían tampoco por qué las empresas cuando pasan por una crisis se deshacen de empleados, si se supone que ellos eran la fuente de su enriquecimiento.
Sin embargo Marx era más serio que pensamiento meramente distribucionista actual. El creía en su plusvalía y pensaba en una solución que era la colectivización de los medios de producción, algo que fue un completo fracaso en la medida y cada vez que se lo intentó, pero al menos su teoría buscaba ponerle remedio a lo que veía como una injusticia. El distribucionismo se explica la producción del mismo modo, como una explotación del empresario hacia el obrero, pero más que solucionarla lo que busca es compensarla. Deja que ocurra, después barre con un criterio general que no es más que la excusa para elevar el gasto público y mantener parásitos y convierte al estado en supuesto “benefactor”. Para la actividad política parasitaria es un pensamiento hecho a medida.
Si existiera la explotación según la explicación marxista, la distribución sería una compensación burda y brutal, un “masomenismo” sin sentido ¿Cuál es la plusvalía que contiene un litro de leche, una docena de medialunas, una corbata? Habría que medirla y en todo caso tomarla y devolvérsela a los empleados, tarea imposible. ¿Cuánto al telefonista, cuánto al que preparó la masa, cuánto al que amasó las medialunas? Cuenta complicada y misteriosa, que nunca harán. La sola existencia del mito explotador basta para suponer que hay que aguantarse cualquier política contra las empresas y cualquier exacción y recursos mediante impuestos de cualquier monto, para el posterior reparto con cualquier criterio. Es una posición casi mística, algo así como una idea del karma social, sin otro fundamento que el narcisismo heroico de quienes la fomentan, quiénes ni siquiera se preocupan por el hecho de que nunca sacan a nadie de la pobreza y generan más. Si Marx creó la enfermedad, los distribucionistas son los médicos brujos sacrificando gallinas.
Si el problema es la explotación obrera entonces tendríamos que olvidarnos de la gente que no trabaja, gente feliz que no ha sido sometida nunca. La desocupación sería una liberación.
Hay toda una corriente de pensamiento actual que se ubica a si misma dentro del derecho, llamada Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano, que ha sido fuente de inspiración de varios dictadores de la región vestidos de cruzados distribucionistas como nuestro gobierno y los señores Chavez, Correa y Morales, que llevan adelante la explicación general de la explotación sostenida en una épica, sin plantearse siquiera los interrogantes que acabo de mencionar, desligados de las cuestiones económicas y del tipo de pillaje que terminan fomentando.
Ellos observan la realidad de países con economías mixtas, ahogados por impuestos y regulaciones, donde pocas personas viven fuera del margen por lo que el estado consume siguiendo sus criterios, pero lo que observan es una foto que parece confirmar su idea de la injusticia social. Todo lo que esté mal tiene la misma explicación, la maldad de los ricos y la bondad de los políticos cuando veneran sus creencias.
Suponen además que la riqueza seguirá fluyendo de una fuente que no tienen idea de donde está, mientras ellos la reparten, creen que los repartidos se comportarán igual después del reparto que cuando pensaban que se beneficiarían ofreciendo bienes y servicios al mercado. El despojo no solo es una injusticia hacia el pasado, también cambia los comportamientos futuros. Desconocen el proceso porque la prioridad está en el relato que los muestra mucho más buenos que nosotros. Como eran buenos los que condenaron a Galileo por ver, en lugar de creer.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

1 comment

Leave a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.