La formalidad de explicar

El chavismo piensa inaugurar un capítulo más en la historia de la simulación que es este recuerdo de república y democracia dentro del cual se construyen vulgares dictaduras. Vulgares en cuanto a sus modos, a sus protagonistas, a sus explicaciones, a sus vueltas a explicar lo que no cerraba. Dictaduras en cuanto a que lo único que rige, lo que no tiene que ser explicado sino que es el origen de todas las explicaciones, lo único que no es una formalidad, es la voluntad del poder.
Ya hemos llegado a las asunciones presidenciales virtuales. Si Chavez esta vivo, muerto, en estado vegetativo o en coma, da igual, se trata de una formalidad, como la república y la democracia ya son formalidades. Lo que sabemos y es cierto, el fondo, aquello que esas formalidades cubren es que Chavez es el dueño del poder y si quiere se lo da a Maduro y este si quiere negocia algún arreglo con el señor Cabello, así como es cierto que la población es espectadora. Por más que vote, lo único que se les explicará es como es que esto sigue siendo una república con una constitución y si no les gusta es porque son de la derecha, malos o locos. ¿Quién le teme a la población? ¿Qué van a hacer, manifestarse? Que lo hagan, a ver si se enteran de que no tienen ni las armas ni el poder impositivo, ni la facultad de examinar la vida, obra y patrimonio de quien se les antoje, ni los resortes para perseguir, ni son los que autorizan a los quioscos a existir, que se han creído aquello del intervencionismo que los iba a beneficiar y de repente se dan cuenta de que no son dueños de nada, ni de sus dólares ni de hablar, ni mucho menos tienen acceso a los organismos internacionales, de los que los déspotas no son jamás expulsados.
La Argentina está entre las mejores alumnas, pero también hizo escuela con el peronismo y el kirchnerismo es el paroxismo de la simulación de la explicación.
Pero no a todo el mundo le resulta fácil entender la diferencia entre la realidad y la propia simulación. Si algo caracteriza a esta época son los bandidos airados, ofendidos, pontificadores. A los vagos levantándole el dedo aun gran profesor.
Las pastillas son las que tienen que apagar a esas consciencias alteradas, atrapadas entre el fuego de un relato que les dice que son héroes y una realidad que les dice que son bandidos.
Los pequeños monigotes tienen su conflicto entre ser unos miserables sin destino cabezas huecas sosteniendo una cleptocracia o ese relato en el que juegan el papel de samuráis en Twitter.
Es todo tan grueso.
La señora Kirchner descontrolada el fin de semana hablando de “hipotecas” de automóviles porque la Justicia y el Derecho son una formalidad que entorpece sus deseos de venganza que son la única ley ¿Qué se creen que son los jueces? ¿Y un actor, con todo lo que ella corrompe a los actores, de dónde sacó que puede hablar de su fortuna? ¿Qué formalidad se tragó ese individuo? Por otra parte ¿cuál fortuna, quién robó? El mundo de las formalidades es el que hay que clausurar. Lo único que restablecerá la eficacia de las pastillas es que la realidad sea por completo derogada. Ese es el camino a la violencia extrema.
Hasta ahora parecía que los problemas eran las formalidades llamadas democracia y república. Pero ya pasamos ese punto. El problema son ya las explicaciones. Cualquier explicación. Incluso la explicación de una monarquía absoluta no serviría y enseguida debería ser revisada por el relato. Esta es en realidad la crisis de la necesidad en si de explicaciones del poder, la vuelta a la situación en la que gobierno y asaltante no eran dos realidades sino una sola. Después vendría Occidente con su mitología justificatoria y sus varias ideas de legitimidad. Ropajes que todos les quedan incómodos a los nuevos déspotas. No quieren ninguno porque ninguno les dura más allá de cada cambio de humor.
Al poder chavista kirchnerista no le cabe ninguna idea de legitimidad, no es que no le caben las republicanas y democráticas. El relato es la flexibilidad, el relato es la no explicación, el fin de las explicaciones por la vía inflacionaria de tener tantas, todos los días, una diferente a otra y contradictorias; construyendo la lógica desde la conclusión hacia las premisas.

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

5 comments

  1. Es todo tan extraño que a estas alturas cuesta encontrarle la explicación. No alcanzan los cronistas, los recuperadores de archivo ni los compiladores de frases. Se han dicho tantas cosas extrañas que se necesitarían varios años de trabajo para desenmarañar el ovillo.
    El mundo (crisis más, crisis menos), en su gran mayoría, concuerda que los fascismos absolutistas y las monarquías feudales han quedado atrás. Tal vez, es cierto, hoy están enmascarados bajo la sombra de algún que otro político temerario y audaz (que para mí, éstas dos son de todo menos virtudes).
    Hacer exégesis de un liso y llano experimento de pseudoestalinismo no es otra cosa que hacer escuela, en Argentina. Porque no podríamos entender el hoy si no revisamos unas décadas atrás. Si juntáramos en una bolsa los peores atributos que han tenido los últimos 100 años de historia política en el mundo, tenemos que mencionar: el fascismo, el macartismo, el horroroso ghetto cubano, la guerra de guerrillas, el comunismo pésimamente aplicado, el estalinismo. Todos, todos juntos y campantes reproducidos en una versión hogareña para nuestra comunidad. Venezuela tiene este asunto de Chávez, que por algún motivo da la casualidad, hace eco en latinoamérica y acá hemos importado su versión tragicómica. Un país cosmopolita, plagado de recursos, volcado al consumismo más irracional (sobre todo, sin una base firme que lo sustente, porque de última el consumo no es algo intrínsecamente malo) y a la absurda idea de nación cerrada y testaruda de pacotilla cuando debería ser el país de vanguardia en asuntos culturales y políticos, ni que hablar del desarrollo tecnológico y científico. Porque en algún momento,. la historia había determinado que esto fuera así. Pero algo se perdió. Leo que la “muerte a los salvages unitarios”, las desaveniencias del viejo líder que hacía malabarismos para tratar de morirse tranquilo y que nos dejó el horror absoluto y el “vamos por todo” tienen algún nexo en común. Nunca nos pudimos poner de acuerdo. En realidad, no sé si somos nosotros, argentinos, los problemáticos. Me parece que es la casta politica el asunto. Pero claro, esa deleznable casta política sale de algún lugar…
    Yo juro no creer que estemos en 2013 y todavía estemos discutiendo estos asuntos. A lo mejor nunca estuvimos preparados para evolucionar como comunidad, y, como dice Pinti: otros países hubieran desaparecido del mapa por la mitad de las boludeces que hicimos y que hacemos acá. Afortunados sin fortuna.
    Me pregunto quién va a tener los huevos en un futuro, de tomar las decisiones duras para ciertos sectores, los menos favorecidos, porque está claro que una gran parte del país está sumergida en reverendas pelotudeces, por decirlo en criollo. Alguno va a tener que tomar las decisiones duras en la faz económica. Atrás de la pantomina, del show, de los tiros cotidianos, de las luces y los aviones refulgentes, atrás de Fito, el junkie, está todo un país intentando sobrevivir con los bolsillos preocupados, y con las cabezas arruinadas.
    Es un problema, por ahí, más filosófico que político o económico, me parece. El orden viene después, cuando tengamos el espíritu y la cabeza en orden. Después casi todo es válido. Pero si no respetamos los derechos individuales, la Constitución y sus aplicaciones, estaremos fritos. Así que no hay, como vos decís, José, otra discusión. Es el orden o el caos (que ya se ha llevado mucha sangre).
    Algo de fe me queda, a ver si se puede intentar barajar y dar de nuevo.

    Soy un fiel seguidor de tu programa radial, aunque no vivo en Bs. As., me las ingenio para escucharte. Un respeto.

    Fede, de Santa Fe.

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