La jaula
Por José Benegas
El pájaro se encuentra enjaulado. Esta noche comerá lo mismo que ayer: alpiste. Recibirá agua; hay nulas probabilidades de que se choque contra un árbol en pleno vuelo. El encierro tiene resultados visibles para exhibir. Se le ha ocurrido que quiere ser libre y se lo plantea a su captor.
– “¿Quién te dará de comer? ¿Qué vas a comer hoy?” Le pregunta para disuadirlo de la idea.
El pájaro no tiene una respuesta clara a la mano. Mira el alpiste, el agua, el palo en el que puede posarse.
– “Pajarito utópico. No estás preparado para la libertad. Quizás lo estés algún día cuando yo te eduque”, agrega.
– “Bueno pero podría aprender a medida que la ejerzo. Imagino un mundo de posibilidades ahí afuera”, contesta el pájaro.
– “¡Posibilidades! ¡Imaginación! ¿Qué es la libertad, una panacea, una solución general para cualquier cosa? ¡Ni siquiera me puedes contestar qué comerás esta noche!”.
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Es mucho más fácil responder a la pregunta “qué va a comer” un pájaro enjaulado que uno en libertad. Eso no prueba la superioridad del cautiverio.
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El alpiste se ve, las enormes oportunidades de alimentación que hay fuera no se ven. “Ver para creer” gritan los captores que no nos dejan ver.
El problema principal de estar enjaulado que es el carecer de acceso a esas oportunidades, es utilizado como justificación de la situación.
La libertad no es una panacea. Es sólo mejor que una jaula. El hombre no se puede liberar de sus limitaciones, sólo se puede liberar de otros hombres igual de limitados.
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