La presidente del kirchnerismo se mordió la lengua y todo el oficialismo está esperando que se les reconozca el gesto de no insultar, no amenazar y no mandar a las fuerzas parapoliciales a reprimir, a lo que creen tenían derecho. La fase dos de la lección acelerada de educación elemental que están recibiendo es que una vez que los gritos y las rabietas no dan resultado, queda todavía el problema de que toda fiesta está muy bien si alguien no tuviera que pagar las cuentas.
Hay que construir un país (dudo que este gobierno pueda), post 2001 que no esté basado en la fiesta trucha de la distribución de lo que el campo produce, sino en el aprovechamiento general de su prosperidad sin robarle. Y la prosperidad de cualquier otro sector que en el futuro pase por un buen período. Festejar las ganancias, si son extraordinarias mejor, y repudiar a los impuestos extraordinarios. Esa sería una buena base para empezar a merecer estar mejor.
El shock post 2001 que hizo que el país creyera que la izquierda delirante podía tener razón se disipó. No por entender, como suele ocurrir, sino por padecer. El “reparto del ingreso” termina casi siempre en favor de los amigos del poder. Y cuando no ocurre eso, como está quedando al descubierto, el único resultado es favorecer las necesidades de unos a costa de las de otros.
Terminó también el verso del “productivismo”, la sustitución de importaciones, la industria favorecida por los verdaderos nacionalistas que terminarían con el “neoliberalismo”, el redescubrimiento del keynesianismo y las obras públicas que desarrollarían al país. El mito de la genialidad de Lavagna y el procer Duhalde con su nuevo modelo. Todo resultó ser una puesta en escena para justificar el saqueo, porque si no fuera por el campo y el precio de los comodities, esto que han llamado crecimiento por el abandono del noventismo nunca hubiera existido. Es más, existió a pesar de ellos.
La señora destacó ayer que los impuestos, no solo las retenciones, permitían que se hicieran cosas como la sede de la universidad que inauguró. Así ven el mundo. Gracias a que existen ellos hay universidades. No le contabilicemos los fondos de santa cruz, ni las coimas de Skanska ni los beneficios para los Cristobal López o Panamerican Energy. Pensemos en un idílico kirchnerismo que fuera auténtico, puro, egresado de la escuela del pulcrismo, la corrección cívica y política viviente y casto. El conflicto de fondo, una vez dejada de lado la mala educación es que la alternativa no es universidad si o universidad no, sino universidad dónde quieren los políticos o donde se las necesita y se trabaja para tenerlas. A la vez que la señora presidente del kirchnerismo se sentía un hada madrina inaugurando una universidad construida con impuestos, los que los pagaron se quejaban de que tenían que mandar a sus hijos a estudiar a Buenos Aires haciendo un esfuerzo fiscal diez veces superior al que hubieran hecho a nivel local.
Este es el dilema a resolver y el conflicto económico y político que se destapó y es muy posible que domine los debates de los próximos años. No importa que lo quieran ver, el intento por volver a la situación en la que puedan pegar cuatro gritos y alinear a la tropa será cada vez más inútil.