Lo que el rugby le enseñó a mi amigo Martín Simonetta

A días del Mundial Francia 2007

Lo que el Rugby me enseñó

Por Martín Simonetta*

 

Cuando era chico no me interesaba el rugby. A pesar de la insistencia de mi padre, quien lo había practicado, yo decididamente prefería el popular y televisivo fútbol. La realidad evidenció que no era bueno para el deporte de la redonda y, en consecuencia, fui rechazado en el equipo de mi colegio. En esas circunstancias, casi no me quedó otra opción que –alrededor de los 8 años de edad- probar con el otro deporte que se practicaba en la escuela: el de la “guinda”.

 

Cerca de treinta años después, me alegra decir que la elección parece no haber sido tan mala ya que el rugby me ha enseñado mucho, y no sólo en el campo de lo deportivo.

 

El rugby me enseñó que se puede jugar siendo gordo. Que hay un lugar para cada uno y que debemos luchar hasta encontrarlo. También me enseñó que el gordo puede enamorarse del deporte, entrenar, ir al gimnasio,  potenciarse, jugar y ganar. Y que puede transformar su supuesta debilidad en una incontenible fortaleza.

 

Me sorprendió cuando, por primera vez, un compañero tapó mi cabeza con su espalda para impedir que el botín del contrario la pisara. A partir de allí, aprendí y ejercí –como todos- esa práctica que refleja el espíritu de equipo, de amistad y, sobre todo, de lealtad, esencial al rugby.

 

También me hizo ver que en determinados momentos es necesario bajar la cabeza como un toro, concentrar toda la energía e ir para adelante buscando el in-goal contrario, aún sin saber exactamente las consecuencias de tal decisión.

 

Me mostró que el juego termina cuando suena el silbato, que se debe abrazar al rival tras la pitada final y disfrutar relajadamente un tercer tiempo de reconciliación con los jugadores del equipo contrario. Me enseñó a construir relaciones fructíferas más allá de las dificultades de corto plazo.

 

Me hizo saber que el árbitro es sagrado, y que, a pesar del eufórico entusiasmo del juego, las reglas deben ser cumplidas y que las decisiones del referee, independientemente de su pequeño tamaño, son inapelables e indiscutibles.

 

Me mostró que una espalda ardiendo bajo las duchas del club significa haber dejado todo en la cancha. Que se debe disfrutar de la sensación del deber cumplido, más allá del resultado. Que jugar y dejar todo en la cancha, ya es ganar.

 

Me enseñó a que la vida es “todo terreno” y que, a veces, nos lleva a jugar en verdes canchas con delicadas pasturas, y otras, en áridas superficies de tierra seca. Que la meta es la misma pero la estrategia, para jugar y triunfar, puede cambiar.

 

Me hizo comprender que no importa ganar ni perder sino jugar, jugar mucho y divertirse. Que jugando se aprende de los errores, se modifican las estrategias, se incrementa la autoestima e indefectiblemente se gana más de lo que se pierde, en este u otros campos de la vida.

 

Me demostró que es compatible el trabajo duro con la mayor diversión. Que, cuando uno se enamora de lo que hace, pocas barreras pueden frenarlo. Me alentó a celebrar los éxitos, pero también los fracasos cuando se deja todo en la cancha.

 

Nuestro rugby es un reflejo de los “buenos viejos tiempos” de la Argentina, cuando éramos un país abierto y atractivo al comercio, a las inversiones y a las personas de todo el mundo. De la época en que Gran Bretaña arriesgaba el 65% de las inversiones que realizaba en toda América Latina en este país. Vías férreas, puertos, frigoríficos y por qué no decirlo, el rugby, son algunas de las herencias recibidas. Como un fiel y persistente reflejo de aquel legado, la Argentina es el único país latino que se encuentra –con firmeza y autoridad- entre los 10 mejores equipos del mundo, jugando de igual a igual –y en muchos casos derrotando- a las 5 naciones donde el deporte fue dado a luz.

 

Faltan pocos días para que comience la Copa Mundial de Rugby Francia 2007. En medio de este clima de alegría no puedo evitar pensar en cuánto valor este deporte ha agregado a mi vida y a la de mi familia. Me enseñó a crecer, a animarme a ir para adelante, a tomar riesgo y a sentirme respaldado confiando en mis compañeros, en mis amigos, pero -sobre todo- en mí mismo.

 

 

* Dedicado a mi “viejo”, Julio A. Simonetta (h).

By Jose Benegas

Abogado, ensayista y periodista. Master en economía y ciencias políticas. Conductor y productor de radio y televisión. Colaborador de medios escritos, televisivos y radiales. Analista y conferencista internacional desde la perspectiva de la sociedad abierta y las libertades personales a las que ha dedicado su obra intelectual. Dos veces premiado en segundo lugar del concurso internacional de ensayos Caminos del la libertad.

12 comments

  1. Me parece que los tiempos han cambiado, desgraciadamente mis experiencias con el rugby y los rugbiers no son de las mejores, mi viejo fue rugbier en su juventud y opina igual que Simonetta, pero mi experiencia personal fue totalmente distinta, cuando me acerqué al deporte noté un ambiente de un elitismo absurdo, escuchando comentarios como “el fútbol es para los negros” y otras barbaridades por el estilo, también un machismo paleolítico inclusive por parte de los entrenadores diciendo bestialidades como “el rugby es para hombres, los demás deportes son para putos” eso me llevo a abandonar mis pretensiones como rugbier porque el deporte en sí realmente me gusta, con los rugbiers tampoco he tenido buenas experiencias, hacen gala de su musculatura como si eso los hiciera mejores personas, son soberbios y patoteros, hace unos años en Paraná un 24 de diciembre unos 30 energúmenos del CAE (club atlético estudiantes) atacaron y casi mataron a golpes a dos chicos que estaban en un auto, sólo porque le dijeron un piropo a una de las novias de estos animales (que por cierto estaba sola) ¡que valientes! ¡que machos! Cuando van a los boliches y toman se emborrachan (porque no saben tomar) y le pegan a cualquiera que se les cruce o los mire, no me gusta generalizar, pero por lo menos aquí en Mendoza y en Paraná donde viví 6 años es así.

  2. muy bueno el articulo de Simonetta. Jugue muchos años y todavia estoy muy vinculado a mi club y al rugby. Creo que parte de lo que dice Martin B. es cierto, pero como en todos lados hay todo tipo de gente y experiencias. En mi club todavía se siguen transmitiendo muchos de los valores que comenta Simonetta. Mi mayor crítica a ese mundo es el patoterismo y la perdida del individuo que se genera por el efecto de “la masa”. Esto es muy notorio en los adolescentes (me sobran ejemplos como el que describió Martin B.), pero lo mas triste es que tambien se ve en jovenes y no tan jovenes. Vamos a ver que pasa si prospera el profesionalismo en los proximos años, pero espero que se sigan transmitiendo los mismos valores y el mismo espíritu

  3. Excelente el articulo de Simonetta. A mi tambien me gustan los deportes, sobre todo el futbol y el basket, no soy muy bueno en el rugby. Con 67 kilos mucho no podre hacer ahi.

  4. “Me mostró que una espalda ardiendo bajo las duchas del club significa haber dejado todo en la cancha.”
    Menos mal, hasta la palabra significado inclusive, pensé que la cosa venía por el lado de agacharse a agarrar el jabón.

  5. Muy buen articulo, y muy bien escrito! Hace que te enamores del rugby, realmente! Yo no tuve la suerte de jugarlo, pero conozco la camaraderia y el buen espiritu que acompaña a ese deporte.

    Saludos!

  6. Con respecto al patoterismo que mencionaron. No hay que encontrarlo en los rugbiers sino en los sindicalistas y en el gobierno.

  7. Es cierto Dario Damian, pero en este post en particular estamos hablando del rugby y de cómo se han perdido los valores que lo hicieron ser un deporte de caballeros. De hecho muy probablemente tantos años de patoterismo gubernamental y social hayan influenciado en este nefasto cambio.

  8. Es cierto Martin, pero lamentablemente esa epoca que menciona Simonetta es denostada por nuestro “revisionismo historico”.

  9. Si volvieramos a los valores de la generación del ’80, otro sería nuestro destino como Nación, pero desgraciadamente le damos bola a Pigna y seguimos en el Rosismo.

  10. Martin… Primero que nada te queria agradecer por la carta creo que es exelente e inspiradora sobretodo. Yo tengo 13 años y no mido mas de 1,45m, juego al rugby en banco nacion, y para ser sinsero mi estatura siempre me desalento a tacklear ya que juego de wing (aveces de medio y rara vez de ala) pero mas me desalentaba si el wing contrareo parecia de 24 años. Pero despues de leer esta carta me di cuenta de que todos los tobillos son iguales y que mientras mas grandes son los tipos mas facil caen. Ahora corro hasta a el tipo que paso a nuestro fullback… Bueno nada solo te queria decir gracias

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