Esta semana comenté el modo en que se estaba presentando en la prensa el caso de un chico de 19 años muerto en un accidente como si una Cámara Civil hubiera estimado que su vida valía poco por ser pobre. Como lo sospechaba el abogado ni siquiera había pedido indemnización por daño moral. Pero ahí estaban Lubertino y toda la chismenología berreta que nos pinta el mundo. Todo es de un amarillismo escandaloso y la gente informada por ellos es la que vota a los K y sus similares.
Hoy se comenta otro fallo con el mismo rigor sensiblero. En este caso una chica con síndrome de down, en una sentencia que seguramente tiene la misma explicación que la anterior. Lo peor es que al encontrar “otro caso” pareciera una especie de epidemia de maldad judicial. Pueden encontrar miles de fallos iguales, pues la chance es un reclamo por un daño económico y debe ser valorado en relación a la capacidad de producir ganancias de la víctima. No hay otro criterio posible acá, en la China, ni en el paraíso del sopor progre.
Con la misma seriedad se trata la sentencia del juez de Río Tercero que niega la tesis del atentado en el caso de la explosión de la fábrica militar. No hay en las crónicas siquiera un esbozo de los argumentos del juez, sólo los enojos del gurú Monner Sanz y el fiscal Stornelli. Todo sobre el caso está teñido de intereses políticos. De nuevo el mito fundante de la Alianza que tenía que ser confirmado por condenas aunque no hubiera elementos que lo justifiquen. Y la gente fácil de engañar que hace perfectos a los peores crímenes cometidos con la ignorancia. Vean la encuesta de La Nación donde la gente se pronuncia categóricamente sin que les hayan informado nada de lo que dice el juez.
Lo que si está presente es la descalificación al juez. Fue nombrado por sorteo, con lo cual pensar que hay alguna conspiración para tapar el caso sería difícil. Pero la crónica destaca dos veces que no era penalista. Bien, para examinar una pericia y darle o quitarle valor como prueba no es necesario ser penalista porque no se está examinando una responsabilidad criminal sino la existencia de un hecho, en este caso de un acto, algo para lo cual los jueces civiles, por lo menos, están tan preparados como los jueces penales.
Puede uno considerar acertado o no el fallo luego de conocerlo. Lo que no se puede es escandalizarse o escandalizar porque no confirma una tesis conspirativa “políticamente necesaria y correcta” es ridículo.
Es el momento para escandalizarse justamente por el hecho de que una tesis conspirativa pudo haber llegado tan lejos sostenida sólo en la manija mediática. Es el momento para escandalizarse por no tener periodismo que informe de verdad en lugar de desinformar con hechos mal presentados, mal explicados, mal contextualizados.
Las mentes ya fueron programadas.
Cien repeticiones tres noches por semana durante cuatro años -pensó Bernard Marx, que era especialista en hipnopedia-. Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad. ¡Idiotas!
Aldous Huxley (Un mundo Feliz)
Hablando de pericias…
La del ADN de la Holgado en USA dió POSITIVO.
¿Ahora que hacemos?
Yo le daría la quinta de San Vicente con la custodia del chofer de Huguito.
José,
está bueno que saques a la luz cosas como estas. Sobre todo porque después, el mismo día publican una nota como esta:
http://www.lanacion.com.ar/politica/nota.asp?nota_id=865273
En la que luego de escribir párrafos como: “La protesta comenzó cerca de las 15 cuando un grupo de alrededor de 50 piqueteros se presentó en la entrada del Alto Palermo, en Santa Fe y Coronel Díaz y bloqueó las puertas de acceso. Reclamaban la entrega de una camioneta y asistencia para comedores comunitarios” no muestran el menor signo de indignación. Y claro, sería políticamente incorrectísimo.