Varias mujeres famosas demandaron a los buscadores de internet para que “dejen de encontrar” por decirlo de alguna manera, los sitios porno de la red que dicen ofrecer fotos o servicios de las demandantes.
Si las páginas no aparecen en los buscadores, el efecto publicitario de inventar la participación de estas mujeres en los sitios se pierde. Por lo tanto es más fácil y barato demandar a los buscadores que a cada página.
El problema es que esa facilidad es convertida, con demasiada facilidad, en obligación de los buscadores y en derecho sobre ellos de las mujeres en cuestión.
Los buscadores buscan, pero no promocionan sus sitios inventando que quienes los demandaron trabajan para ellos. Accionar contra ellos equivale a actuar contra los vendedores de anteojos que les permite a a los clientes leer los resultados de las búsquedas. La demanda, aceptada por el nuevo derecho como se entiende en la modernidad ridícula en la que estamos, olvida un detalle importante: Así como los buscadores facilitan el trabajo de encontrar estas páginas truchas a potenciales clientes, también facilita la posibilidad de las señoras de identificar a quienes usan sus nombres e imágenes para su negocio. Los buscadores permiten a cada una de estas mujeres anotar uno por uno a quienes los están perjudicando porque son un vehículo en ambos sentidos.
Estas demandas son de aquellas que merecerían una desestimación inmediata. Pero eso no ocurrirá. Estamos en la Argentina.
Una solución para Google, Yahoo y el resto de los buscadores: Simplemente impidan que sus motores encuentren el nombre de esas señoras, sea en sitios porno o en cualquier otro sitio. Supongo que nadie sostendrá que tienen la obligación de encontrar las páginas que hablen de su castidad. ¿O supongo mal?